España

Sánchez y Rivera no se pueden negar a una reunión con Rajoy

La Razón
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Los síntomas de desaceleración de la economía española, aunque todavía leves, están ahí, como señalan todos los análisis recogidos por LA RAZÓN. El más significativo es la reducción del crecimiento del PIB en el primer trimestre del año, apenas compensado por un mejor comportamiento del sector exterior. El crédito sigue sin fluir pese a las inyecciones del Banco Central Europeo y el consumo interno se retrae, lastrado por un repunte de la desconfianza en el futuro de los ciudadanos. Ciertamente, España es, desde el punto de vista económico, mucho más fuerte que antes de la crisis y se mantiene en la inercia de la recuperación, pero no debemos ocultar que el temor a un periodo prolongado de inestabilidad política influye en los agentes económicos, que temen que un frenazo en el proceso de reformas desemboque en una involución del equilibrio fiscal y presupuestario. En estas circunstancias, nada sería más frustrante que la incapacidad de los grandes partidos políticos españoles para llegar a un acuerdo de Estado tirara por la borda cuatro años de sacrificios y, por qué no decirlo, el fruto de la buena gestión del anterior Gobierno. Y el tiempo se agota. Apenas queda un mes para evitar una nueva convocatoria electoral que, a tenor de los sondeos de opinión que vienen sucediéndose, no modificaría sustancialmente la actual composición parlamentaria, por lo que ha llegado el tiempo de que el secretario general socialista, Pedro Sánchez, reconozca el fracaso de su proyecto de investidura y se avenga a aceptar que la única salida razonable, la que respondería con mayor eficacia a los problemas y a los desafíos que tiene enfrente la sociedad española es un acuerdo tripartito con el PP y Ciudadanos. La alternativa inevitable es un Gobierno del PSOE con la izquierda radical, apoyado por los separatistas, que supondría entregar la gobernabilidad del país a quienes quieren desunirlo. No hay, a nuestro juicio, salida conveniente que no pase por un acuerdo con el Partido Popular que es, por cierto, el que ha ganado las últimas elecciones y la formación que volvería a ganarlas de repetirse los comicios. En este sentido, el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, va a llevar a cabo un nuevo intento de entablar negociaciones con el secretario general socialista y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, pese a que ambos han negado el pan y la sal al presidente de los populares, aunque por razones distintas. Si en el caso del presidente de la formación naranja hay que atribuir su actitud a un puro cálculo electoral, en el del secretario general socialista hay que buscar motivaciones en la búsqueda de la supervivencia personal de quien ha cosechado el peor resultado en las urnas para el PSOE desde la Transición. Pero, como señalábamos al principio, el tiempo se agota y los riesgos para la recuperación de España y, fundamentalmente, del mercado laboral se hacen cada vez más patentes. Tanto Pedro Sánchez como Albert Rivera deberían aceptar de una vez por todas el fracaso de su proyecto conjunto, vetado por la izquierda e insuficiente sin el respaldo del PP, y aceptar la mano tendida del presidente del Gobierno. Por lo menos, dar una oportunidad a ese diálogo del que tanto blasonan, pero que no se compadece con el rechazo frontal, incomprensible en las democracias modernas, a llegar a cualquier acuerdo con el que ha ganado las elecciones y representa a una parte sustancial de los españoles.