35 años de la Constitución
Totalitarismo y partido único
ETA está derrotada policialmente gracias a la eficacia extraordinaria de las Fuerzas de Seguridad del Estado y el compromiso de los jueces. Su debilidad operativa es extrema, aunque la más elemental prudencia invite a ser precavidos en este punto. La disolución y el desarme no están en los planes de los pistoleros, lo que, de forma inevitable, obliga a dejar abiertas todas las posibilidades de futuro. No obstante, su fragilidad «militar» no es extensible al ámbito de lo social y lo político, frentes en los que sus avances han sido considerables y preocupantes. Si las armas están en silencio, los pistoleros, en la reserva, y los zulos, cerrados por el momento, en el orden civil, la dirección etarra anticipa etapas y se mueve en direcciones significativas y reveladoras sobre sus intenciones. LA RAZÓN adelanta hoy que ETA ha puesto en marcha un plan para acabar con los partidos satélites como Eusko Alkartasuna, Aralar y Alternatiba –que hoy integran Bildu y están presentes en las instituciones vascas y del Estado– y crear un único partido abertzale, como en su día fue Herri Batasuna o Euskal Herritarrok. El objetivo es que no existan estructuras paralelas con cierta autonomía en el espacio independentista, que, en un contexto diferente y ante circunstancias especiales, puedan deparar escisiones, fuga de votos y, en definitiva, escenarios de fricción siempre complejos de manejar. En el comunicado con motivo del Aberri Eguna (Día de la Patria Vasca), ETA ya apuntó hacia «una nueva organización política y sindical que se asiente en la soberanía» y que obligará a «articular una capacidad e iniciativa colectiva más amplia que la habida hasta ahora». Detrás de este plan etarra surge su naturaleza totalitaria de siempre su ADN tiránico que no encaja ni admite la discrepancia. No hay espacio para la democracia interna y sí para el pensamiento y el discurso únicos impuestos por los que portan las pistolas. Quienes desde partidos como Eusko Alkartasuna o Aralar pensaron en que la actividad ordinaria de un partido político democrático era posible en un proyecto tutelado por ETA no sólo se equivocaron, sino que están sentenciados a la irrelevancia orgánica y la insignificancia política. La banda cierra filas y aglutina fuerzas en un movimiento político al servicio de sus consignas y planes. Es un horizonte inquietante para el Estado de Derecho, que deberá supervisar de forma muy estrecha el nacimiento de la nueva formación por si incurriera en causa de ilegalización. En todo caso, es una obligación de la democracia perseverar en la deslegitimación social y política de un proyecto orquestado por una banda terrorista y por sus acólitos. Sería un error relativizar que las siglas proetarras están salpicadas de forma indeleble por la sangre de cientos de inocentes.
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