Editorial

Enaltecer el terror carcome la democracia

Israel es el único estado democrático de Oriente Medio, que cumple con el derecho internacional, pero que se sabe en una lucha por su existencia, y Hamás es un grupo terrorista que tiene como objetivo la destrucción de los que no se sometan a su visión demencial.

En estos días se suceden en las capitales occidentales manifestaciones de apoyo a los palestinos y condena de Israel. Madrid no ha sido una excepción de la mano de los partidos de ultraizquierda, alguno en el gobierno, y grupúsculos satélites antisemitas. En esas marchas se han escuchado toda clase de proclamas contra el estado hebreo, al que se ha responsabilizado de los peores crímenes, así como se ha apoyado implícita y expresamente los actos terroristas de Hamás, legitimando la reciente matanza de inocentes, la peor desde la Shoá. Que cientos o miles de activistas o simpatizantes proárabes o naturales árabes estén aprovechando el régimen de derecho que los ampara en occidente para jalear crímenes contra la humanidad cometidos por los islamistas resulta una anomalía del sistema atribuible a la laxitud cuando no la cobardía o, peor, el colaboracionismo de las autoridades del mundo libre. España, con el gobierno más extremista de Europa, no solo ha aplicado esa permisividad y tolerancia con la apología del mal supremo, que es el asesinato en masa, el exterminio de un pueblo, en este caso el judío, sino que ha sobresalido de forma abyecta con ministras como Ione Belarra planteando que sea nuestra nación la que denuncie a Israel ante la Corte Penal Internacional. Asistimos a otra fase más de la degradación de un modelo encarnado en el sanchismo, tributario del relativismo moral y de la mendacidad, también de la perversión en los valores superiores que toda democracia está obligada a preservar frente a sus enemigos. Y, entre todos ellos, Hamás y las principales teocracias del mundo se han erigido como las principales amenazas a nuestra libertad, seguridad y bienestar. El estado de derecho cimienta su fortaleza en los límites definidos en las leyes, y nadie puede estar por encima del ese mandato supremo que es la Justicia. Enaltecer el terrorismo, el asesinato, el holocausto resulta intolerable en nuestras sociedades, como así se recoge en los textos penales. Que las autoridades sean ciegas y sordas ante manifestaciones orquestadas por los grupos afines a Hamás como las que han recorrido también las calles españolas, especialmente en Madrid, envía el peor de los mensajes a nuestros enemigos, el terrorismo yihadista, y, aún peor, a nuestros aliados, el pueblo de Israel. La libertad no puede amparar conductas criminales y sus autores o promotores deben ser perseguidos, así como prohibidas sus organizaciones. No hay equidistancia posible entre quien se defiende de aquellos que persiguen su exterminio y los genocidas. Israel es el único estado democrático de Oriente Medio, que cumple con el derecho internacional, pero que se sabe en una lucha por su existencia, y Hamás es un grupo terrorista que tiene como objetivo la destrucción de los que no se sometan a su visión demencial. Hoy, los judíos, mañana... El pueblo palestino padece una dictadura corrupta y su futuro depende de que sea derrotada.