Bonus Track
Escenario
Puigdemont dijo que «aún estamos aquí porque no tenemos derecho a renunciar» (será el único derecho que él no tenga, pues a la vista está que tiene más derechos que un unicornio de género fluido)
Vimos que a Puigdemont le prepararon un escenario con puerta de salida acartonada, o ratonera escapista de emergencia, para poder salir escopetado en cuanto acabara su nervioso, vacilante discursillo. Este titán indepe hizo un truqui de magia de vidente de feria y salió por piernas tembladoras, sin que hasta ahora haya sido localizado desde el Meteosat. Yo creo que tiene tanto miedo al talego porque su abogado, que estuvo en el maco durante años y aprovechó para licenciarse en Derecho, le ha dicho que la cárcel no es sitio para veranear, por mucha sombra que haya, y pese a que podría aprovechar también para hacer estudios universitarios, pues dan muchísimas facilidades, y hasta una seta con serios antecedentes penales se acaba licenciando. Pero no… El valeroso Puigdemont tiene pánico a la prisión.
¿Y qué dijo el luminoso aerolito flequillado en su monserga libertadora de naciones oprimidas? Pues lo mismo que le dijo aquel pez a otro pez: «¡Nada!». ¿Pero.., quién pondrá freno al ansia de libertad y de buenos sueldazos a costa del erario público español, y del mercado cautivo españolazo, de este alabancioso melenudo, quinto Beatle, adalid de una de las pocas causas justas que quedan en el Sistema Solar…? Con su aura de galán pancartero de sofá cama, ha intentado escarnecer a España con su peripatético «chas y aparezco a tu lado». Mientras Sánchez nos castiga con uno de sus silencios entre carta y carta, afonías interepistolares tan inquietantes como hoscas…, él habla para demostrarle a la España vacacional, que se fríe vuelta y vuelta en las playas ibéricas, que «¡La represión ha hecho muchos estragos!», sobre todo en su body. Que «Hace siete años iniciaron una durísima represión que nos ha llevado a la cárcel» (no a él, desde luego), «al exilio» (mejillonero belga), y que «aún estamos aquí porque no tenemos derecho a renunciar» (será el único derecho que él no tenga, pues a la vista está que tiene más derechos que un unicornio de género fluido).
El gran hallazgo de su vaporosa, fútil y gaseosa perorata agosteña, fue ese: «¡Aún estamos aquí!», que es como una astrosa derivada, friki y acongojada, del mítico «Ja sóc aquí» de Tarradellas, pero sin épica. Ni belleza. Ni verdad. Ni vergüenza.
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