Al portador

La estrategia del dentista y el suspense en las urnas vascas

Las urnas vascas no tendrán grandes repercusiones en la política nacional pero son un elemento para «saber qué está delante de nosotros cada día», como advertía Milton

John Milton (1608-1674), conocido sobre todo por su poema épico «El paraíso perdido», escribió que «la primera sabiduría es saber qué está delante de nosotros cada día». El poeta también fue un ensayista político, ministro de Lenguas Extranjeras bajo el mandato de Oliver Cromwell (1599-1658) y sus ideas influyeron en la redacción de la Constitución de los Estados Unidos. Ahora mismo, ahí delante están la incertidumbre en Oriente Medio, con el temor a una guerra que se extienda, y lo que ocurra en las urnas vascas y luego en las catalanas y en las europeas. Israel, por ahora, ha medido su respuesta al ataque del Irán de los Ayatollás, que asustan con aquello de que «estamos más locos de lo que pensáis». Quizá todo sea la estrategia del dentista, la que utilizó aquel paciente que ya en el sillón del especialista y con la boca abierta, agarró al galeno por salva sea la parte y le espetó: «Doctor, ¿verdad que no nos vamos a hacer daño?» -Sin embargo, los gobiernos y los mercados –los primeros que lo intuyen– contienen la respiración ante la hipótesis de que alguien no mida bien lo que

«está delante de nosotros».

En el País Vasco, PNV y Bildu juegan una partida a largo plazo, con un primer capítulo mañana, con socialistas y populares de teloneros, aunque pueden ser decisivos. Yolanda Díaz quizá sufra otro revolcón en las urnas, pero ya buscará culpables. La victoria la disputan dos semidesconocidos, Imanol Pradales, del PNV, y Pello Otxandiano de Bildu. Los peneuvistas se han instalado en un cierto pesimismo histórico. Su clientela es cada vez más mayor y no conectan con los jóvenes, más atraídos por Bildu. El PNV puede ganar y lo más probable es que vuelva a gobernar –con apoyo de Sánchez, claro– pero teme que en las siguientes elecciones los herederos de Otegi casi arrasen. Por eso han defenestrado a Urkullu, representante del pasado, y han optado por el experimento Pradales, como opción de futuro que aglutine votos, más o menos centristas, pero sobre todo que no quieran que mande Bildu. El riesgo es enorme porque, además, los líderes del PNV, que aspiran a gobernar en el País Vasco con los socialistas como ahora, tampoco se fían de ellos y no descartan que, a mitad de legislatura, el inquilino de la Moncloa pacte allí con Bildu que, por eso, quizá no insistiría mucho ahora en gobernar aunque gane en votos y escaños, y no es imposible. Por último, las urnas vascas no tendrán grandes repercusiones en la política nacional pero son un elemento para «saber qué está delante de nosotros cada día», como advertía Milton.