
Sin Perdón
¿Es el fin de la legislatura?
El problema es que se quiso colar otras cosas en el ómnibus y que eran inasumibles para la oposición
Lo sucedido el miércoles en el Congreso es un enorme disparate, así como una muestra de soberbia impresionante. El Real Decreto-ley 9/2024, conocido como ómnibus, tiene 140 páginas y afecta a materias diversas. No hay que ser un jurista para entender que no encaja en los principios de buena regulación, no protege el interés general, en algunos aspectos no responde a ninguna situación de extraordinaria y urgente necesidad y es ineficiente. Es verdad que a sus autores e impulsores, poco avezados en los procedimientos legislativos y acreditados chapuceros, no les importa hacer el ridículo. En algún tema se podía acreditar la urgencia, pero es la consecuencia de su impericia ya que no cumplen los planes normativos anuales o son incapaces de gestionar con eficacia la tramitación de un proyecto de ley. Cualquier jurista sabe perfectamente cuándo existe una situación de extraordinaria y urgente necesidad. Es desesperante para los altos funcionarios destinados a los ministerios o las Cortes Generales lidiar con políticos con escasa o nula formación jurídica que están solo preocupados por el relato y la política ventajista.
Tras la derrota, hemos pasado, precisamente, al relato contra el PP que organiza sin éxito la propaganda gubernamental y que tiene como portavoz a la izquierda mediática. Lo sucedido debería provocar una indignación generalizada contra el Gobierno, porque hay medidas que hubieran salido prácticamente por unanimidad. El problema es que se quiso colar otras cosas en el ómnibus y que eran inasumibles para la oposición. Los pensionistas no recibirán el incremento por culpa de la arrogancia y falta de empatía de Sánchez que prefirió irse, además, a Davos. No es responsabilidad del PP o de Junts, ya que el problema estaba en los otros temas que incluía, así como el instrumento jurídico utilizado. Al PNV no le importó el resultado, porque aprovechó la oportunidad para inscribir a su nombre un palacete en París que tendría que ser del Gobierno vasco. No hay nada que les pueda gustar más a Andoni Ortuzar y Aitor Esteban que hacer caja. Por cierto, el PP no se tiene que preocupar por el enfado de los dirigentes del PNV, porque sus votos siempre están disponibles para el mejor postor. La legislatura aguantará el tiempo que quiera Puigdemont, pero el escenario pinta mal para Sánchez.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).
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