A pesar del...

«Fortuna», novela socialista

Se trata de una época de gran prosperidad, que la novela reduce a «un puñado de corporaciones monopolísticas»

La prensa ha celebrado «Fortuna», cuyo autor, Hernán Díaz, fue calificado en «El País» como «inventor del realismo capitalista», que «sigue el rastro del dinero», y descubre «los engranajes que mueven Wall Street». No parece realista, no explica el dinero, y no descubre más engranajes que los que lastran los análisis socialistas. Esto puede explicar la desilusión que varios críticos han experimentado ante el desenlace de la novela.

Comprendo el regocijo inicial progresista. El libro presenta un ingenioso retrato múltiple de un capitalista, Andrew Bevel, en Nueva York hace un siglo. Va emergiendo una personalidad con una inmensa fortuna, fruto de negocios financieros que realiza con más destreza que nadie. También queda claro que el dinero no deriva del trabajo sino fundamentalmente de la herencia, el azar, la especulación y las conexiones. Cuando no del engaño y la estafa.

Se trata de una época de gran prosperidad, que la novela reduce a «un puñado de corporaciones monopolísticas», aunque «existía irónicamente una sensación colectiva de éxito». Los tópicos antiliberales se multiplican: solo mejora una minoría de privilegiados, la crisis de 1929 se produjo porque las autoridades no intervinieron, la gente es engañada por los bancos (pero no por los centrales), la benéfica solución fue el «New Deal», etc.

El financiero protagonista es mentiroso e inmoral hasta la caricatura: elimina el libro que lo critica y dicta una autobiografía donde aparece aún más ridículo: «nuestra prosperidad prueba nuestra virtud… los negocios eran una forma de patriotismo… La prosperidad de una nación no se basa en más que una multitud de egoísmos que se alinean hasta que se asemejan a lo que se conoce como el bien común». Todo es así: el capitalista critica la intervención del Gobierno, afirma que la crisis de 1929 se produjo porque bajaron los impuestos, que la regulación es «sofocante», que el mercado nunca se equivoca, que él cuando gana piensa en el bien del país, etc. Y esa gente es la que realmente manda.

La prensa progresista asegura que esto es el «capitalismo salvaje». En realidad, no es nada, no hay ninguna explicación de cómo se crea la riqueza y el bienestar, porque Hernán Díaz proclama que «toda fortuna es el resultado del trabajo alienado realizado por las multitudes». En serio. Una persona que cree eso puede escribir una buena novela, pero posiblemente no la termine bien.