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Gallos

Ninguna mayoría respalda las acciones de políticos que actúan de forma enojosa, ruda, faltona, grosera

En estos tiempos esencialmente rastreros, podemos sospechar, observando la conducta insólita de algunos líderes políticos, que sus actos obedecen, más que a una estrategia calculada, a la simple mala educación. Excepto los más jóvenes, la mayoría estábamos acostumbrados a unos gobernantes que, fuesen del signo que fueran, acataban siempre el protocolo. Para asegurar tal, existe un pequeño ejército de funcionarios dedicados a enseñar a quienes llegan a la cumbre del poder cómo deben actuar en cada momento. Están bien pagados, y son concienzudos. Si bien, cada vez más a menudo, vemos a los amados líderes saltarse las normas más elementales del comportamiento correcto. Sentarse cuando deben estar de pie. Adelantarse cuando tendrían que rezagarse unos pasos educadamente. Hablar cuando es mejor callar. Mentir sin pudor, sin guardar las formas mínimas de apariencia de verdad… Etc. Si nos dejamos llevar por un lógico reduccionismo psicológico, tenderemos a explicar fenómenos complejos basándonos tan solo en las «aparentes» características individuales de estos personajes implicados en el teatro contemporáneo del poder. Así, diremos: «Ese es un zafio. Esa es una borde. Aquel es un infame. La otra es una iletrada…». Pero, ¿podemos estar seguros de que quienes no cumplen con la etiqueta lo hacen por sus déficits educativos, por su baja calidad humana?, ¿o bien como una estrategia calculada que envía a la pobre ciudadanía estupefacta un claro mensaje de poder, de fuerza y de control…? Nos encontramos en un momento histórico en el que los representantes políticos representan bien poca cosa: tan solo a minorías, a grupos pequeños del censo que los han votado. Sin embargo, ejercen un dominio desproporcionado en relación a su número de votantes. Verbigracia, los partidos que gobiernan hoy España, son minoritarios, incluido el socio principal. Ninguna mayoría respalda las acciones de políticos que actúan de forma enojosa, ruda, faltona, grosera… ¿Será una muestra de su falta de educación y valores, o un mensaje que marca una distancia jerárquica con los demás propia de líderes débiles que deben aparentar fuerza y empoderamiento cual gallos cojos de corral?