La situación
Gol en propia puerta
«Puigdemont –y, en general, el independentismo– contamina todo lo que toca»
El Partido Popular regaló la campaña electoral de las elecciones generales (y, por extensión, el poder) a Pedro Sánchez cuando perdió los nervios después de su rotunda victoria en las autonómicas y municipales de mayo, y se precipitó en pactar los gobiernos territoriales con Vox. El PSOE, astuto y paciente, aguardó a que pasara el 23 de julio para, por ejemplo, certificar el gobierno de Navarra con Bildu. Después, no antes. Los presidentes autonómicos y alcaldes del PP que pactaron con Vox están felices y en el poder. Entretanto, Feijóo navega en la mala mar de la oposición.
Aquel fue el primer gol en propia puerta del PP. El segundo ha llegado en esta campaña de las elecciones gallegas, (¡qué facilidad innata para malograr sus propias campañas electorales!) cuando los populares -quizá acobardados por la amenaza de Puigdemont de contar las conversaciones de su partido con el PP- perdieron el control de sus emociones, extraviaron el ordenado criterio de su táctica y de su estrategia, y parecieron asumir el discurso de Sánchez: que si la amnistía no sé qué, que si los indultos no sé cuántos, que si el reencuentro con no sé quién…
Y este vodevil trae causa de la decisión más autodestructiva que pudo adoptar el PP después las elecciones del 23 de julio: asediados por su propia ansiedad de alcanzar La Moncloa, establecieron el desatinado criterio de «hablar con todos, menos con Bildu», como si el partido de un prófugo de la justicia, que organizó un intento de destruir el Estado, fuese una organización con la que alcanzar acuerdos. ¿Pretendía el PP redimir a Puigdemont? ¿Se creía capaz de sacar al prófugo de Waterloo, hasta convencerlo de que pidiera disculpas por sus delitos y se entregara a la justicia española y, así, un eventual presidente del Gobierno Feijóo podría tratarlo como al hijo pródigo? Puigdemont –y, en general, el independentismo– contamina todo lo que toca.
A Sánchez se le ha abierto el cielo en su paupérrima aspiración en Galicia, que no es una victoria del PSOE, sino hacer presidenta de la Xunta a la candidata del BNG. Quizá ahora le resulte más fácil.
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