Sin Perdón

La guerra de Pablo Iglesias

«El horizonte del Gobierno es muy complicado, con la necesidad de complacer a aliados muy diversos y con un Iglesias a su izquierda que tiene mucho tiempo para hacerle la vida imposible a Sánchez y Díaz»

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz se equivocaron al dar por finiquitado y sin indemnización a Pablo Iglesias y sus acólitas. No les dieron ni las migajas. Fue una humillación en toda regla. Ahora se encuentran con las consecuencias de sus actos. Un buen amigo me decía que «en política es mejor no tener enemigo, pero si los tienes que estén muertos». La realidad es que Iglesias goza de buena salud y está muy motivado, además, contra el secretario general del PSOE y la lideresa de la amalgama de Sumar. Los problemas llegan ahora una vez que se ha formado gobierno y comienza su andadura. El problema de Sánchez y Díaz es que van muy sobrados. La estrategia del líder de Podemos, es igual que no tenga ningún cargo orgánico, ha sido muy acertada. La venganza es un plato que se sirve frío, aunque tengo un amigo que prefiere utilizar el término Justicia. En este caso es, también, más adecuado, porque Iglesias fue traicionado por una amiga que le debía todo. No voy a negar las maldades y las purgas perpetradas por el exvicepresidente del Gobierno contra sus enemigos y sus rivales, pero tenía una relación especial con Yolanda Díaz. Por ello, la traición ha sido todavía más dolorosa.

El acierto en la estrategia fue tener paciencia. Una reacción visceral hubiera sido no integrarse en Sumar. El análisis era simple. En caso de derrota, con sus diputados se iba al grupo mixto y en caso de formarse el gobierno también lo hacía para tener las manos libres. En esta última opción podía erigirse en el guardián de las esencias de la izquierda radical frente a un gobierno socialista comunista que depende de dos formaciones muy de derechas como son el PNV y Junts. Ni Puigdemont ni Ortuzar van a permitir que se perjudique a sus amigos empresarios, que son, por cierto, muy poderosos. Por tanto, más allá de las bravuconadas a que nos tiene acostumbrados Yolanda Díaz, la realidad es que la agenda comunista acabará en la papelera. No veo a los nacionalistas vascos o a los independentistas de Junts aceptando medidas disparatadas más propias de la izquierda bolivariana que de las democracias europeas. Otra cuestión son las migajas de cara a la galería que incluso pueden ser útiles para los empresarios, aunque a veces tengan que poner pie en pared.

El entrar en un gobierno siendo la minoría que, además, ha perdido por el camino a los cinco diputados de Podemos no ofrece mucho margen, porque quien manda es Sánchez. Por tanto, una vez defenestradas y humilladas las seguidoras de Iglesias, el camino natural es comenzar la ofensiva para recuperar el terreno perdido. Su líder es un político que se mueve muy bien en el terreno del activismo asambleario y demostró que lo suyo no es estar en el Gobierno. Es curioso porque creía, incluso en los peores tiempos de la guerra interna de Podemos, que la persona con más posibilidades de llegar sería Iñigo Errejón. No fue así, pero tampoco fue capaz de entretenerse con el juguete de la vicepresidencia. Con el tiempo, he comprobado que era cierto cuando me decía que Errejón era poco trabajador e indolente. Ni siquiera le han dado el premio de consolación de la portavocía, ya que Díaz prefirió a su amiga Marta Lois. Por cierto, ni la una ni la otra son profetas en su tierra porque las conocen.

Tras retirarse a los cuarteles de invierno del grupo Mixto, ahora comienza la guerra contra Sumar. Es una «guerra fría» no declarada, por lo menos de momento, en la que la vicepresidenta tiene todas las de perder. De momento, Podemos no concurrirá a las elecciones gallegas con Sumar, sino que lo hará de manera individual. Las bases del partido han rechazado mayoritariamente el acuerdo que había anunciado hace unos días la plataforma de Díaz. Ha sido un resultado claro y contundente, aunque seguirán las fugas en Podemos. La clave es que Iglesias y su equipo aguanten la ofensiva del poderoso aparato propagandístico controlado por La Moncloa. Es bueno recordar que el sanchismo es implacable con sus enemigos. La oferta que había hecho Sumar a Podemos para que se integrara era una basurilla. Por supuesto, se impuso a Marta Lois como candidata sin hacer primarias. Una de las cosas que más detestan los comunistas es la democracia. Lo han demostrado a lo largo de la historia.

El tiempo favorece a Iglesias y tiene cuatro años de legislatura para reconstruir el espacio que frívolamente abandonó a su suerte. En cierta ocasión, Tarradellas me dijo «nunca dimita, que le cesen». Miré a aquel estadista que había aguantado en solitario, contra viento y marea, la presidencia de la Generalitat en el exilio y entendí que tenía razón. Es algo que he seguido siempre. Iglesias se equivocó renunciando a la vicepresidencia, presentándose a unas elecciones donde cosechó un sonoro fracaso y abandonando, finalmente, la primera línea.

En la medida en que Iglesias sea capaz de reestructurar Podemos con su equipo y abandonar las tonterías de las confluencias podrá regresar. El gran reto son las europeas que es una lista nacional y el origen de su éxito cuando obtuvo cinco eurodiputados. A veces la historia se repite. No hay nada como ser la víctima de las maquinaciones del sanchismo y la izquierda mediática, así como de la traición de sus antiguos amigos. El horizonte del Gobierno es muy complicado, con la necesidad de complacer a aliados muy diversos y con un Iglesias a su izquierda que tiene mucho tiempo para hacerle la vida imposible a Sánchez y Díaz.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)