Letras líquidas

Harris, Trump y los votantes «swing»

A los «swing states», esos estados que inclinan la balanza hacia una candidatura, se unen ahora los votantes «swing»

Justo cuando los psicólogos empezaban a tener controlado el «susto de los domingos», ese cosquilleo en el estómago, la angustia o ansiedad que puede acompañar la víspera de la semana, ha empezado a extenderse en Estados Unidos el síndrome del «susto de septiembre». Como una versión amplificada de las responsabilidades, dudas e incertidumbres prelunes, pero amplificadas por la potencia del inicio del curso. Habrá a quien le haya pasado rápido y a quién no, pero ya hemos alcanzado el ecuador del mes de la vuelta oficial a la actividad y estar ocupados espanta los fantasmas previos y reduce cualquier atisbo de intranquilidad: la realidad es lo que tiene. Y en esas deben estar ahora los demócratas, una vez pasado el principal susto que se les presentaba en forma de debate presidencial. La primera cita importante de su candidata después de la vorágine del verano: Biden negándose a ceder paso tras el cara a cara con Trump, las encuestas en caída libre, el intento de magnicidio y, por fin, la confirmación de Harris y el impulso en los sondeos. Y todo eso en unas pocas semanas.

Sin embargo, desde entonces, parece que la campaña se hubiera congelado. Como si ya se hubieran lanzado los dados al aire y permanecieran ahí, suspendidos, a la espera de caer. Ni siquiera el debate, el esperado primer encuentro, fue capaz de agitarlos con el ímpetu suficiente para sacarlos de la parálisis. Es cierto que Harris se impuso: el descontrol en algunas reacciones de Trump o sus exóticas «fakes» (divertidas y absurdas si no escondieran una profunda xenofobia) corroboraron al republicano como trampantojo de la política. La actuación de la demócrata reflejó su estilo, más sólido y real, lejos de excentricidades. Trump fue Trump y Harris fue Harris. Y los convencidos de cada uno siguieron siéndolo.

Y esa es, precisamente, una de las peculiaridades de esta campaña, como demostró «The Washington Post». Eligieron a 25 ciudadanos indecisos para ver con ellos el debate y el resultado (con más valor periodístico que científico, claro) es que ninguno fue capaz de resolver sus dudas electorales. Aunque ya saben perfectamente quién es quién y qué política representa cada uno de los candidatos, todavía no tienen decidido el sentido de su voto y los expertos no apuntan en una sola dirección para determinar qué lo decantará: si cuestiones más sociales, ideológicas o, ay Bill Clinton, la economía. A los «swing states», esos estados que inclinan la balanza hacia una candidatura, se unen ahora los votantes «swing» que, superado el «susto de septiembre», pueden convertirse en la «sorpresa de octubre» que siempre agita la carrera hacia la Casa Blanca.