Editorial

Horizonte electoral en una legislatura fallida

La legislatura nació muerta y la corrupción y el fango esparcidos por el sanchismo dan las últimas paladas en su entierro

A estas alturas de la legislatura, el argumentario del Gobierno se ha empecinado tanto en repetir el mensaje de que el PP debe resignarse a que todavía resten tres años de Sánchez en Moncloa que parece razonable apuntar hacia la hipótesis alternativa. Como destaca hoy la Crónica política en LA RAZÓN, nunca antes los socios de investidura del presidente habían manejado con tal rotundidad la posibilidad de que este periodo acabe anticipadamente y se convoquen elecciones generales en los próximos meses. Los aliados de Sánchez no especulan cuando se aprestan a un nuevo adelanto de la cita con las urnas, sino que responden a la secuencia de acontecimientos que han afectado al Ejecutivo y que han limitado de manera extraordinaria su continuidad. La propia aritmética parlamentaria y la articulación impostada de una mayoría sin proyecto común ni cohesión alguna, al contrario, con aversión manifiesta, no han sido catalizadores de intereses conjuntos, sino acelerantes de problemas larvados que van eclosionando. Esa codicia insolidaria de los cómplices sumada a la fragilidad del liderazgo, se ha manifestado, por ejemplo, en un número extraordinario de derrotas parlamentarias de iniciativas del Ejecutivo. Esta misma semana, por ejemplo, ha perdido siete votaciones en el Congreso merced a la división en «sus» filas. Nada de todo esto es casualidad o una anécdota, sino el síntoma del agotamiento de un proyecto y de un final de ciclo. En estas páginas editoriales hemos hablado con insistencia de legislatura fallida. Parece irrebatible cuando verificamos, entre otras cosas, la ridícula producción legislativa del Ejecutivo. Sin capacidad de maniobra para promover ese proyecto transformador del que tanto se jacta, lo de Sánchez y Yolanda Díaz se parece demasiado a un pato cojo. Los Presupuestos Generales del Estado, cuya aprobación «es la primera y principal obligación de un gabinete porque sin ellos no hay nada que gobernar. No hay excusa», en palabras de Sánchez en 2018, añaden pesimismo un año más. Se han escuchado voces en el gabinete que sugieren una segunda prórroga de las cuentas de 2023 con el estrafalario argumento de que eran «expansivas» y «hay herramientas que permiten actualizarlas». Es ponerse la venda antes de la herida. Esta circunstancia de vacío presupuestario, que en realidad denota que el Gobierno carece mayoría que lo sostenga, sería ya razón suficiente para disolver las Cámaras. Con Cataluña en puertas de una repetición electoral, para la que los partidos ya se aprestan, Sánchez podría apostar por atrincherarse a pesar de todo, pero posponer lo inevitable parece inviable incluso para este presidente. La legislatura nació muerta y la corrupción y el fango esparcidos por el sanchismo dan las últimas paladas en su entierro. A la nación le urge una regeneración democrática, que nos devuelva la confianza, la seguridad, la estabilidad y la credibilidad arrebatadas. Todo pasa por que el pueblo soberano se pronuncie en libertad.