El bisturí

La inacción de la izquierda en la lucha contra el cambio climático

El Gobierno dice luchar contra las emisiones, pero no acelera los puntos de recarga para los vehículos eléctricos

La caída del Muro de Berlín y las nefastas consecuencias de sus regímenes totalitarios en países como Cuba, Camboya o la propia Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) dejaron a la izquierda huérfana de referencias. El fracaso de la llamada dictadura del proletariado mientras el lumpen y las clases medias progresaban económicamente en el sistema capitalista llevó a sus dirigentes a buscar nuevos nichos ideológicos con los que poder resucitar y recuperar adeptos. Fue a partir de ahí cuando socialistas y comunistas decidieron ondear la bandera gay, lanzarse a la supuesta defensa de lo público, atraer el voto femenino mediante toda suerte de artificios y abrazar el ecologismo. Más avispadas, rápidas y camaleónicas que la derecha, la izquierda y la ultraizquierda coparon unos espacios políticos que hasta entonces habían permanecido casi abandonados. Además, supieron aprovechar el error negacionista de muchos de sus rivales. Gays y mujeres tienen los mismos derechos que el resto de los ciudadanos, lo público es necesario para corregir desigualdades y el cambio climático existe y avanza a una velocidad mucho mayor de lo que auguraban todos los paneles de expertos.

Duchos en el arte de la comunicación y de la propaganda, dirigentes izquierdistas de todos los países introdujeron los cuatro conceptos en el discurso dominante e hicieron creer a la población que ellos eran sus únicos valedores frente a una derecha casposa y retrógrada, insensible hacia los derechos humanos y las sociedades igualitarias, que sacrificaba el futuro por el progreso a corto plazo, esquilmando los recursos del planeta. Particularmente interesante en este apartado ha sido el debate acerca de la degradación de la biosfera, el aumento de las emisiones y el calentamiento global. España no ha permanecido ajena al mismo y, ahora, a las puertas de unas nuevas elecciones, Pedro Sánchez y sus socios tratan de airearlo para sacar el mayor rédito posible. Ahora bien, ¿qué ha hecho realmente su Gobierno en estos cuatro años para combatir esa emergencia climática que ya ha empezado a multiplicar los desastres naturales? Poco de lo que se tenga constancia.

Antes de vociferar a los cuatro vientos por los regadíos de Doñana, las medidas para nutrir de agua a este parque brillaron por su ausencia, como también lo hicieron los planes hidrológicos y la construcción masiva de desaladoras para combatir la sequía. O las iniciativas públicas para limpiar los bosques y mantener los cortafuegos a la hora de prevenir incendios. Uno de los puntos que mejor ponen de manifiesto la vacuidad de las arengas izquierdistas en la defensa del medio ambiente es en materia de vehículos eléctricos. A estas alturas, la cuota de los enchufables, tanto híbridos como eléctricos puros, apenas alcanza un 10,8%, justo la mitad que en la Unión Europea. Las subvenciones para su adquisición no se cobran hasta un año y medio después de materializarse, y para colmo, la red de cargadores avanza a paso de tortuga. La patronal Anfac revela que en nuestro país hay apenas 383 puntos de recarga por cada millón de habitantes, mientras que en Portugal la media es de 745, en Alemania de 1.053 y en Francia de 1.228. Además, de los 26.718 puntos de recarga que hay desplegados, casi una cuarta parte, 6.475 exactamente, no está operativa por culpa de razones técnicas o meramente burocráticas. Una vez más, los hechos desmienten al Gobierno, y las emisiones contaminantes siguen y siguen multiplicándose. Lo suyo es un negacionismo por la vía de la inacción.