Al portador

La izquierda que cambió a Marx por Alá y Mahoma

Netanyahu no es un modelo de casi nada, pero encabeza un Gobierno democrático, frente a las más o menos teocracias de su alrededor en las que brillan por su ausencia los derechos de las mujeres

Najat El Hachmi, la escritora española nacida en Marruecos, premio de novela Ramón Lluch y Nadal, columnista habitual en los periódicos, escribía hace poco más de un mes en El País que «en Europa no son pocos los dirigentes de izquierdas que tratan con una deferencia exquisita a quienes a todas luces no son más que fascistas en nombre de Dios». Se quejaba de la «izquierda chupiguay relativista, que pasa más tiempo en las redes sociales que en los barrios y que cree defender a los musulmanes y a los palestinos cuando no son capaces de condenar las actuaciones de Hamas». Pedro Sánchez, que sí condenó –al César lo que es el César– la masacre provocadora de los islamistas, también ha patinado en su viaje –como presidente de turno de la Unión Europea, no como presidente del Gobierno español– a Israel y a las puertas de Gaza. El inquilino de la Moncloa, que ha intentado hacer política interna con un asunto de diplomacia europea, arrastra el estigma de que una parte de sus Gobiernos, el anterior antes y el ahora actual, que siguen sin condenar la masacre perpetrada por Hamas.

Netanyahu no es un modelo de casi nada, pero encabeza un Gobierno democrático, frente a las más o menos teocracias de su alrededor en las que brillan por su ausencia los derechos de las mujeres. Sánchez ha querido subirse a la en teoría simpatía general de los españoles con la causa palestina. No es tan obvio, pero el relato dominante defiende eso. Hay, es cierto, una cierta tradición. El franquismo fue más pro árabe que pro israelí y todavía resuenan los ecos de la famosa cantinela Franco sobre la «conjura judeo-masónica». La izquierda española, sobre todo la más radical, abrazó la causa palestina porque, en sus orígenes la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), que lideraba Arafat, era marxista, pro soviética y antiamericana. También presumía de laica. El derrumbe comunista fue casi paralelo al auge de los islamismos que poco a poco se hicieron con el control de la causa palestina, al mismo tiempo que sojuzgaban a la población civil –sobre todo a las mujeres– en nombre de Alá, mientras reclamaban destruir a Israel. El PSOE que abjuró del marxismo fue también el que reconoció a Israel. Ahora, es cuando menos inquietante que los terroristas de Hamas celebren las palabras de un Sánchez, al que Israel ha plantado en su foro de Barcelona, y que es rehén de esa parte de su Gobierno que ha cambiado a Marx por Alá y los islamistas, fascistas en nombre de Dios, como explicó El Hachmi.