La situación
El límite de Podemos
«En 2016 estuvieron a punto de sustituir al PSOE y siete años después solo han podido mendigar una cartera ministerial –sin éxito–.»
Se cumple una semana desde que Podemos anunció su voluntad de romper con Sumar, apenas quince días después de la investidura de Pedro Sánchez. La sorpresa podría estar justificada en el caso del momento elegido, pero no en el de la decisión, que estaba tomada, probablemente, desde el mismo día en el que quedó claro que Irene Montero no sería ministra, y eso se sabía desde antes de las elecciones de julio. Por tanto, la duda no era si Podemos rompería con Sumar, sino cuándo.
Con esta nueva realidad, los cinco diputados que cumplen las órdenes que les da desde Youtube el fundador del partido son ahora miembros del Grupo Mixto del Congreso. Ahora se consideran libres. Y para Pedro Sánchez supondrá un incordio añadido, porque ya no solo tendrá que negociarlo todo con los quince partiditos que componen Sumar, con Esquerra, Bildu, PNV y Junts, sino también con Podemos.
Las fuentes filtradoras de Moncloa ocupan estos días en contar a los prójimos que, en realidad, Sánchez sí quería que Podemos tuviera un ministerio, en cumplimiento de aquella máxima que popularizó el presidente de Estados Unidos Lyndon Johnson, en los años 60, de que es mejor tener a tus enemigos dentro orinando hacia fuera, que fuera orinando hacia dentro. Ahora, los cinco diputados de Podemos están fuera y es altamente probable que su intención sea orinar hacia dentro, porque está en su naturaleza. Ya lo demostraron cuando formaban parte del gobierno, porque estaban dentro y orinaban hacia dentro, dispuestos a salpicarse a sí mismos.
Llegados al final de 2023, la aventura adolescente de los activistas de la facul de políticas de la Complu ha llegado al borde del límite. En 2016 estuvieron a punto de sustituir al PSOE y siete años después solo han podido mendigar una cartera ministerial –sin éxito– y suplicar puestos de salida en las listas electorales de otro partido para no desaparecer del Congreso, como ya han desaparecido de parlamentos autonómicos y grandes ayuntamientos, mientras las diferentes facciones de la extrema izquierda se lapidan mutuamente y en público, y continúa la desbandada del partido. Es la tradición.
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