La situación

Mezclarse con Puigdemont

«Coincidir en una votación con Puigdemont, no es lo mismo que considerarlo como un interlocutor válido»

Desde hace meses, el PP ha recorrido un sinuoso camino que le ha llevado a convertir en habitual la insinuación de que puede alcanzar acuerdos con el partido de Carles Puigdemont. El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, lo dijo con aparente convencimiento y afán de persuasión al asegurar que, «como Junts es un partido democrático y hay ciudadanos que lo votan, hay que tener relaciones institucionales con ellos». Por supuesto, Moreno dejó claras las diferencias del PP con Junts que les hace estar «en dos orillas distintas» sobre el modelo de Estado. Pero evitó destacar un hecho que solo se puede ignorar si hay una decisión deliberada de ignorarlo: Junts es el partido que, junto con Esquerra y la CUP, organizó actos delictivos muy graves durante el proceso independentista, que su líder es un prófugo de la Justicia y que ni el partido ni su líder han mostrado arrepentimiento, sino que se comprometen a reincidir.

Si el baremo para considerar democrático a un partido es que hay gente que lo vota, Bildu y su líder exterrorista Arnaldo Otegi se deberán considerar, de igual manera, una formación política con la que «tener relaciones institucionales». Y, sin embargo, el PP mantiene un veto firme sobre Bildu que no ha establecido en el caso de Junts.

Feijóo ya ha tenido resbaladizas tentaciones sobre Junts desde que asumió el liderazgo nacional del PP, derivadas de sus tiempos como barón territorial de Galicia, cuando realizó una política con veleidades del «yo-mi-me-conmigo», tan del gusto de los gobernantes nacionalistas del País Vasco y Cataluña.

Si ante una iniciativa parlamentaria, PP y Junts coinciden en votar lo mismo, eso es parte de la normalidad democrática. De hecho, ha habido votaciones en las que todos los partidos han pulsado el mismo botón de sus escaños. Cosa distinta es que el PP negocie y pacte propuestas con Puigdemont, como si Puigdemont fuese un interlocutor válido y tuviese algún interés en que a España le vaya bien. Si mezclarse con Puigdemont es malo cuando lo hace el PSOE, no puede ser bueno si lo hace el PP.