Insensateces
La mugre
Lo de desearle la muerte a alguien y hacer pasarlo por necesario no lo vimos venir, la verdad
Ahora que estamos todos pendientes de las noticias que salen del Hospital Gemelli de Roma sobre la salud del papa Francisco, se superponen alrededor personas curiosísimas. Por ejemplo, algún tuitero con faltas de ortografía que ha conseguido coronarse estos días. Doce millones y medio de usuarios han completado cómo un señor que se dice católico, ha deseado que el Santo Padre descanse «y si el Señor no se lo lleva, debe renunciar y dejar de hacer daño a la iglesia, no ha sido mi Papa, tengo que decirlo». Disculpen por la cita textual, que hace daño a la vista. Como este, hay unos cuántos que se dicen creyentes y que, bajo esa pátina autorizada, anhelan que Francisco pase a mejor vida. Lo de desearle la muerte a alguien y hacer pasarlo por necesario no lo vimos venir, la verdad. Debe ser que, a pesar de su catolicismo, deben haber olvidado que al Papa lo elige el Espíritu Santo. En fin, que Dios les ampare que falta les hace.
Pero es que, en el colmo de la sinrazón, hay un tipo dedicado profesionalmente a los bulos. Se llama Tommaso Debenedetti y dice ser periodista. El pasado miércoles, una cuenta de X a nombre de José Ignacio García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, anunciaba la muerte del Papa. Lo hizo justo el día en el que se anunciaba una mejoría y en el que la premier italiana Meloni decía haberle visto receptivo y con su proverbial sentido del humor en su visita al Pontífice. El propio Arzobispado porteño desmentía el tuit y, momentos después, desde esa misma cuenta advertía de la falsedad de la misma y de la autoría de Debenedetti. El tipo resulta que inició su carrera con ganas de, por lo visto, hacer un trabajo decente, pero tras algunos noes, decidió convertir un intento de contacto con Gore Vidal (a la postre denegado) en una falsa entrevista que coló como real. Y a partir de ahí, un montón más. Y de esos textos apócrifos pasó a las muertes falsas, algunas de las cuáles atribuidas a escritores, son españoles.
Y así pasamos los días en redes, entre analfabetos inflados y humoristas sin puta gracia, con perdón. A mejorarse, Santo Padre.