El canto del cuco

El muro

Lo advirtió Tácito, sin rencor ni parcialidad, hace veinte siglos: «Es muy difícil juntar la concordia y el poder». Parece evidente que Sánchez prefiere el poder a la concordia

Las concesiones de Pedro Sánchez a los separatistas catalanes para permanecer en el poder están siendo criticadas con dureza en la prensa internacional. La amnistía a los cabecillas de la insurrección ha sido objeto de un fuerte debate en el Parlamento europeo, y sus consecuencias jurídicas y políticas están siendo observadas con preocupación por las autoridades comunitarias. El nuevo Gobierno, compuesto por socialistas y comunistas, inicia su mandato en un ambiente crispado, con airadas manifestaciones de protesta en la calle y con la disconformidad de la mayor parte de los socialistas históricos. El diálogo con la oposición democrática, que encabeza Alberto Núñez Feijóo, del Partido Popular, una formación liberal-conservadora de raíz democristiana, está tajantemente cortado.

En sus manifestaciones públicas, dentro y fuera del Parlamento, el presidente Sánchez, con el apoyo fervoroso de sus principales colaboradores, ejerce una crítica despiadada contra la derecha, a la que mete en el mismo saco que a la extrema derecha, tratando de levantar un muro para que no haya alternativa al llamado «Gobierno de progreso» presidido por él. Esto, unido a la calaña de los socios que le acompañan y al propósito manifiesto de asaltar o amordazar el Poder Judicial, hace que surja el temor de que está en peligro el sistema constitucional, el relevo ordenado y la misma democracia. Un periódico norteamericano, «The American Spectator», ha dicho que «llega a Europa un nuevo dictador de extrema izquierda», refiriéndose a Pedro Sánchez. Sin duda, una exageración. Pero para muchos existe el riesgo de una deriva autoritaria en España de la mano de este hombre sin escrúpulos, de errática conducta política.

El muro de Pedro Sánchez –a un lado socialistas, comunistas, separatistas, ecologistas, feministas… y, al otro lado, el resto: todos los que se oponen a sus planes, movidos, según él, por la extrema derecha imaginaria, a la que hay que cortar el paso– se ha convertido en el símbolo de la legislatura que empieza y nuestra anomalía en Europa. Fue esa la palabra clave salida de su boca en la «investidura de la carcajada». ¡El muro y la carcajada! Eso es todo. Un muro que separa a media España de la otra media y que hace imposible la comunicación serena. Y una carcajada para humillar al adversario. Así no es posible la concordia. Lo advirtió Tácito, sin rencor ni parcialidad, hace veinte siglos: «Es muy difícil juntar la concordia y el poder». Parece evidente que Sánchez prefiere el poder a la concordia. Este siniestro muro imaginario del «sanchismo» es el muro de la discordia. Lo levantan cuando más falta hacía abrir caminos y construir puentes.