Y volvieron cantando
Nuestra gran «prioridad» exterior
La oficialización del catalán, el euskera y el gallego en Europa se convertía
-a las energías empleadas nos remitimos- en la prioridad de una política exterior que mantiene perplejos a los socios de la Unión
José Manuel Albares, voluntarioso como el que más dentro del gabinete de Sánchez cuando toca bajar a fajarse en el patio doméstico, pasa por ser uno de los ministros de exteriores con mayor perfil político en toda nuestra democracia. Los argumentarios de la Moncloa -de esos que elaboran, no merecedores del Pulitzer, pero sí eficaces estrategas y aplicados amanuenses- son aprendidos, ensayados y disciplinadamente repetidos por cada uno de los miembros del consejo de ministros, prestos a no salirse ni una coma del catecismo del día cuanto se plantan ante un micrófono. Albares, aun siendo responsable de un negociado «de estado» tradicionalmente alejado de la trifulca política, no duda sin embargo en arrimar el hombro y demostrar que, más allá de Ucrania, Putin, Trump u Oriente Próximo, no rehuye responder a la llamada del choque frontal contra el Partido Popular o marcar posición ante la polémica política del momento. El ministro de Exteriores, convertido en uno de los más entregados sacerdotes del sanchismo, no ha dudado en canalizar no pocas energías de nuestra diplomacia en prioridades del gobierno al que pertenece o, para ser más exactos, de los socios que sustentan a Sánchez en la Moncloa, con respiración asistida, pero al fin y al cabo con recorrido de legislatura.
A resultas de ello la oficialización del catalán, el euskera y el gallego en Europa se convertía -a las energías empleadas nos remitimos- en la prioridad de una política exterior que mantiene perplejos a los socios de la Unión. El ministro de Exteriores -lo escuchábamos recientemente con Alsina en Onda Cero- no duda en apelar al sentimiento, no solo vasco y catalán, sino sobre todo gallego, para atacar la negativa del ex presidente de esa comunidad histórica y líder del PP a apoyar la iniciativa del Gobierno a mayor gloria de las exigencias de Puigdemont, e incluso se pregunta si Núñez Feijóo podrá explicar esta posición en su tierra. Lo que el jefe de nuestra diplomacia no se pregunta sin embargo es por la ausencia de un clamor en Galicia -de aplastante mayoría demoscópica del PP- por la homologación europea de su lengua obviando además entre otras cosas que sobre Galicia no hay intención alguna por parte de la UE de investigar multas a comerciantes que como en Cataluña rotulan solo en castellano. Esto no va de los gallegos, esto va de Puigdemont.