El buen salvaje

Nuevos ricos con barriga: el casting corrupto del PSOE

La corrupción es cutre. El aplauso del grupo parlamentario es más cutre aún

En los márgenes está en ocasiones la almendra. Aldama sabrá a quiénes le daban los sobres, el taco, diría un andaluz mientras se golpea el bolsillo derecho del pantalón, pero la mayoría de las informaciones orillan lo que de verdad (me) importa: cómo son en su intimidad estos personajes a los que acusa que gastan una talla de pantalón con una cintura inversamente proporcional al largo. Menos Koldo, que es XXL entero, los demás son de barriguita o barrigón y se les va cayendo la prenda conforme pasa el día hasta acabar pisándose los dobladillos, como Santos Cerdán. El corrupto socialista siempre ha sido un poco así desde la época de Roldán: un señor con un poco de barba, aficionado de repente a los coches caros, de un Seat Ibiza a un Lamborghini, tanto como a las mujeres con tendencia a ir embutidas en trajes imposibles que resaltan una anatomía turgente. El propio Aldama compró varios dúplex y un Porsche Macan a través de su ex mujer, Patricia Ramos, una señora que se asoma a su balcón con la exuberancia propia de una ninfa cuando sale del quirófano. Aunque aquí el director de casting acertó de pleno con las mujeres que se acercan al exministro Ábalos, un catálogo de nacionalvouyerismo, pues no parece muy posible que taconeen una calle sin que llamen la atención testosterónica. Más Bárbara Rey que Corinna Larsen.

La corrupción suele ser chusca, si bien los grandes condenados del PP eran señores elegantes que nos invitarían a un dry martini antes de irse a dormir a Soto. El loden de Bárcenas, por ejemplo, es un hito del clasicismo demodé de toda la vida. No imagina uno a Bárcenas en calzoncillos al estilo Tito Berni y si lo viéramos estarían planchados con mimo, dispuesta la tela para que el extravío de un testículo fuera imposible. No es que una corrupción sea mejor que otra pero abrigo la convicción de que si vas a delinquir mejor ir con muda nueva y la cara hidratada. Los tiempos de El Vaquilla y el slip Abanderado son los años en blanco y negro de los que habla Sánchez.

Los señalados por Aldama, sin embargo, son del casting nuevo rico con barriguita, y a todos salva el Gobierno y el PSOE, no por su aliño indumentario sino porque es necesario que el fuerte aguante antes de entregar la plaza a los indios y esté bien visto arroparse en Zara. La corrupción es cutre. El aplauso del grupo parlamentario es más cutre aún. Cuando los socialistas vociferan, parece que fueran desnudos de vergüenza y con calcetines negros, que es una estampa del morbo al revés muy difícil de olvidar. ¿Qué ven cuando se miran al espejo?