A pesar del...

Obscenos yates neoliberales

Análogos desdén e incomprensión caracterizan al licenciado Fanjul, que cultiva cochambrosas fantasías antiliberales, como la hostilidad a la propiedad, clave de la sociedad de mujeres y hombres libres

Dos joyas en «El País». La filosofa Bárbara Stiegler proclamó: «Los yates son el símbolo de la depredación neoliberal». Y el licenciado en Astrofísica y periodista, Sergio Fanjul, afirmó: «Quien posee pisos, inmuebles o terrenos tiene una responsabilidad social. No es un asunto como otro cualquiera: son cosas que generan mucho sufrimiento en la vida de la gente».

No conviene olvidar que la hostilidad a la libertad de las mujeres y los hombres no proviene de los trabajadores, sino de una élite antiliberal, caracterizada por el desconcierto a la hora de analizar la sociedad. De entrada, es una élite que abomina de las élites.

Sus contradicciones se potencian por el negacionismo de la creatividad de las personas y su cooperación. Por eso a la profesora Stiegler los yates le parecen una «obscenidad». Es incapaz de reconocer que las personas libres crean riqueza, porque para ella todo es depredación, igual que todo es una terrible competencia en el mercado: «estamos impregnados de neoliberalismo». Nos aconseja alejarnos de eso, que aprecia la gente, y acercarnos a la democracia ateniense, donde las mujeres estaban marginadas, y por supuesto también los esclavos. Lógicamente, desprecia a los turistas, igual que desprecia a la gente que le gusta navegar –como los antiguos griegos, por cierto–.

Análogos desdén e incomprensión caracterizan al licenciado Fanjul, que cultiva cochambrosas fantasías antiliberales, como la hostilidad a la propiedad, clave de la sociedad de mujeres y hombres libres. De ahí que la ataque, desde la ficción de que la propiedad genera sufrimiento, algo absurdo salvo entre los envidiosos, hasta la recomendación política entusiasta que formula contra el propietario: «que le crujan a impuestos».

Igual que a Stiegler, lo que le molesta a Fanjul es lo que hacen las trabajadoras libres. Y no solo porque aprecien la navegación, sino porque aprecian la libertad individual, la propiedad, y el trabajo de cada uno. Fanjul deplora esa característica humana fundamental que ya detectó Adam Smith: el deseo de la gente de mejorar su propia condición. No le gusta a Fanjul esta realidad porque no le gusta el individuo sino la clase. Así, «gracias a la cultura del esfuerzo, la gente, en vez de pensar: “Soy de clase obrera y estoy orgulloso”, piensa: “Soy pobre, pero algún día podré avanzar”». Hasta ahí podríamos llegar.