V de Viernes
Ofensiva contra los árboles
La opinión contraria de Bill Gates a plantarlos desata gran polémica sobre en qué medida contribuyen a frenar el cambio climático
Bill Gates, a través de su fundación Breakthrough Energy Ventures, respalda a Kodama Systems en su propuesta de ralear árboles en los bosques consolidados y enterrarlos para secuestrar CO2, dentro de un programa autodenominado “servicio de restauración forestal impulsado por la tecnología”. El objetivo final es clarear la masa forestal para evitar incendios. Algo nada extraordinario si no fuese porque el fundador de Microsoft, con su habitual superioridad intelectual, dijo en una reunión del New York Times: “yo no planto árboles”, lo que justificó asegurando, con desdén, que “eso es un sinsentido” y “una completa tontería”: “¿somos gente de ciencia o idiotas?”, se preguntó.
Bill Gates lleva años empeñado en propuestas de geoingeniería para combatir el cambio climático. Soluciones chocantes, de repercusiones desconocidas, como llenar los desiertos de espejos para reflectar los rayos solares o inundar la atmósfera de partículas para bajar la temperatura de la Tierra, al estilo de lo que ocurre cuando un volcán escupe cenizas. También está experimentando con mosquitos transgénicos y ahora suelta esta idea contra la restricción de la masa forestal. Ciertamente, clarear los bosques con cortafuegos y otras medidas, tiene sentido desde el punto de vista de frenar la propagación de los incendios, pero ir más allá, como plantean cierto tecno-globalismo, es tema diferente. Es evidente que si deja de haber árboles no habrá más incendios, pero nuestro planeta verde no será lo que es. Se parecería cada vez más a Marte.
Las críticas a Gates abundan. Marc Benioff y Sean DeWitt argumentan que “los árboles recolectan CO2 a un ritmo mucho mayor que las soluciones tecnológicas” de Gates, y además son “claves en los ciclos de agua”. «Es una idea espectacularmente mala y contraproducente», dice Chad Hanson, investigador ecologista y cofundador del Proyecto John Muir, porque los bosques son «con diferencia, nuestro mejor y más eficaz medio» para reducir cualquier «exceso de carbono en la atmósfera».
William Moomaw lidera la “escuela de pensamiento de proforestación» sobre el almacenamiento de carbono atmosférico. Ávido partidario de “plantar”, pide que se dejen en paz a los bosques, particularmente a los más viejos, por su mayor capacidad de almacenar carbono.
Pero el discurso de Gates está calando, y hay seguidores suyos que sostienen que en España sobran árboles, y que ralearlos es efectivo para frenar los incendios. Curioso porque muchos de ellos defendían las plantaciones masivas para frenar la desertificación. Pasamos de un lado al otro del discurso, defendiendo primero una cosa y luego la contraria.
Por mucha propuesta que haga Bill Gates, los árboles son una bendición de la naturaleza. Donde hay grandes masas boscosas llueve más. A menos árboles, menos agua evaporada y menor probabilidad de que llueva en esa zona. No sólo absorben agua y sales de la tierra, sino también la energía del sol para darnos vida y oxígeno. Crean suelos fértiles, sujetan la erosión, detienen los barrancos y transforman los campos yermos en sabanas de abundancia. En las ciudades son refrigerantes naturales. En una calle con grandes árboles la temperatura es 4 o 5 grados menos que en otra donde sólo hay cemento. Y además son filtros para el aire contaminado, sumideros de gases y mitigadores del ruido. Por todo ello y mucho más, no vamos a renunciar a plantar árboles, sino al contrario.
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