El trípode del domingo
Persecución religiosa no sangrienta, hoy y aquí
La persecución es consustancial a la Cruz y desde Nerón y Diocleciano hasta nuestros días son muchos miles los mártires que han dado su vida por la fe en el mundo.
Ser creyente, y en particular ser católico practicante, pretenden «algunos» que sea algo minoritario –y a ser posible residual– en España, nación católica por excelencia y cuya identidad histórica y nacional es indisociable del catolicismo. En estos días hemos conocido algunas expresiones de esa persecución –de momento no violenta– que cada vez se hace más visible con diversas expresiones de la misma. Lo cierto es que no es una novedad en la bimilenaria Historia de la Iglesia como anunció Jesucristo: «no es más el discípulo que el Maestro» así que también sufrirían persecución y penalidades sus seguidores. La persecución es consustancial a la Cruz y desde Nerón y Diocleciano hasta nuestros días son muchos miles los mártires que han dado su vida por la fe en el mundo. España en particular dio testimonio de ello –entre otros momentos– en la pasada guerra civil a un nivel no igualado en proporción ni en la época del terror de la revolución francesa ni con los bolcheviques en Rusia o en la guerra de los cristeros de México. Lo que la «memoria histórica y democrática» sanchista pretende sea prohibida por ley. Ahora su plan de «regeneración democrática» quiere despenalizar las ofensas a los sentimientos religiosos, lo que en realidad es dar barra libre a injuriar y calumniar a los católicos porque se cuidan de no hacerlo contra el islam y los musulmanes –lo que está bien– quienes dicen ser promotores de luchar contra el odio y la intolerancia.
Otra expresión de esta «singular» libertad de expresión la tenemos con la prohibición de rezar ante los abortorios donde se producen genocidios de criaturas concebidas y todavía no nacidas, comerciando incluso con sus órganos en una manifestación de crueldad inhumana jamás alcanzada en la historia. En la práctica se persigue el pensamiento religioso cuando incluso se impide el rezo silencioso. Otra forma de impedir el ejercicio de derechos fundamentales vinculados a creencias religiosas lo tenemos con el trato dado a los centros educativos que optan por la «educación diferenciada», a la que gustan de descalificar hablando de «segregación de sexos», lo que como poco es una manifestación de ignorancia solo superada por el sectarismo que la motiva. Esta persecución limita los conciertos educativos cuando la Constitución garantiza que los padres tienen derecho a educar a sus hijos de acuerdo a sus convicciones morales y religiosas. Esta discriminación llega hasta el punto de prohibir la adscripción a una Universidad Pública a los Colegios Mayores y residencias de estudiantes que tienen ese régimen para las chicas y chicos que, con 18 años ya son mayores de edad, y que por tanto lo eligen libremente. «Regeneración democrática».
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