
El buen salvaje
El placer culpable de que nos guste Montoya
A partir de ahora sabremos si este chico, poco interesante a priori, tiene talento o es otra basurilla con la que hemos entretenido nuestro febril aburrimiento. Yo me declaro fan del chico baldío
Cuando Montoya salió corriendo por la playa al grito de «Me han reventao por dentro», la audiencia se quedó como si hubiera esnifado pegamento por los ojos: no había manera de dejar el culebrón. Por lo que tenía de drama, un «papafrita» al que le ponían los cuernos , sino también porque se trataba de una escena de porno «soft», tipo Only fans, que es donde Montoya se hará de oro a poco que abuse del priapismo. Una pareja joven que se mueve bajo las sábanas con la cadencia tranquila de un polvo que nunca termina y un licenciado histrión con un torso de chulo de Caravaggio, presto a sacar la navaja. El neobarroco. Esa tendencia de arte trumpista (antes de Trump) que regresa a cada rato, Siglo de Oro. Montoya es feliz en su desgracia porque su meta es la fama. Que otro maromo se ventile a su novia es un mal menor ante lo que anhela el fulano: ser un Warhol de Utrera, una Divine sevillana capaz de probar caca de perro. En esta maravilla nos hemos entretenido estos días, tanto que solo puedo felicitar al truhan engañado porque si vendió tanto pegamento es que tiene un «je ne se quois» que los catetos cultos no saben apreciar. Los catetos cultos son los que han leído toda la obra de Dostoievski pero cuando ven, en la actualidad, una escena digna de sus libros miran hacia otro lado, o ponen un mohín de oler mierda cuando lo que tienen enfrente es eso que tanto habían esperado. La Regenta. Morir de amor, de Miguel Bosé. Quevedo, polvo enamorado. Los personajes reales son retales, diríase en verso.
Lo sublime no es Montoya sino el contexto (como dirán en Harvard de Palestina). Lo sublime, en realidad, somos todos nosotros, viendo a Montoya. Eso es el pop, a ver si nos vamos entendiendo. Montoya fue más famoso que cualquiera de nosotros. Da igual donde acabe y lo que haga el tipo. Montoya es un prototipo, lo que pasa es que no lo sabe. Si no, acabaría como el robot de «Blade Runner», llorando lágrimas en la lluvia.
A estas horas, Montoya ya descansa tranquilo a la espera de saber lo próximo que le espera, ha estado muchos años preparando sus abdominales como para acabar como un meme de una historia viral como hay cientos. A partir de ahora sabremos si este chico, poco interesante a priori, tiene talento o es otra basurilla con la que hemos entretenido nuestro febril aburrimiento. Yo me declaro fan del chico baldío. Tanto como de las mujeres asesinas de la TDT de madrugada. Además, si nos gusta Montoya es que algo hemos hecho, así que chitón.
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