Sin Perdón
El «planin» sanchista, Begoña y los palmeros jurídicos
«A Contreras se le puede aplicar el dicho de que si lo compras por lo que vale y lo vendes por lo que él cree que vale te puedes hacer millonario»
La impericia jurídica del entorno de Sánchez siempre me sorprende. No aprenden de los errores. Es una insistencia que me lleva a preguntarme dónde han pillado este conjunto de leguleyos tan inexpertos como pretenciosos. Es verdad que el sanchismo cuenta con jueces defensores del uso alternativo, como Conde-Pumpido, y publicistas, encabezados por José Miguel Contreras, dispuestos a acudir en su socorro. Camacho es el último abogado del mundo que cogería en una causa penal, aunque me cae bien en el terreno personal. He visto muchos imputados cuyas causas se han alargado o incluso han ido mal por elegir mal la asistencia letrada. Es bueno huir de los letrados con un marcado signo político, los que van de estrellas y los que se consideran genios. A estas alturas sigo prefiriendo lo que aprendí de mi padre. Es bueno acudir a abogados sólidos, eficaces y estudiosos. Los que responden al prototipo de Camacho tienen notoriedad solo porque han sido ministros y disponen una buena agenda de contactos. Lo mismo sucede con Contreras, al que se le puede aplicar el dicho de que si lo compras por lo que vale y lo vendes por lo que cree que vale te puedes hacer millonario.
El sanchismo ha optado por una defensa numantina en lugar de actuar con normalidad y restar importancia al procedimiento. En paralelo, todas las terminales mediáticas de La Moncloa han seguido la estrategia de arremeter contra el juez, con descalificaciones brutales, así como contra el PP, Vox y las acusaciones. Por supuesto, la afectada no se defiende mientras el PSOE y el Gobierno actúan en su nombre. Es pintoresco. No quiero imaginar qué dirían y escribirían si la Casa del Rey o el gobierno de Rajoy hubieran hecho lo mismo en los casos que les afectaron. Otra cosa que me sorprende es la afición monclovita por los grandes despliegues policiales como si fuera Biden, Putin o Castro. No solo con Sánchez, sino con su mujer. En otras ocasiones he criticado el uso y abuso de los Falcon y los helicópteros como si fueran un servicio de taxis. Por otra parte, nunca me ha parecido bien que los palacios y chalets de titularidad pública se conviertan en residencias de vacaciones del presidente del Gobierno. No me sirve la excusa de la seguridad. Es algo que sirve para todo y así consagrar una serie de privilegios que no gozan otros jefes de gobierno en el mundo.
Una vez más quiero insistir en la presunción de inocencia de Begoña Gómez, pero su exoneración es algo que solo le corresponde a la Justicia. No es un papel que tengan que asumir el Gobierno, el PSOE, la fiscalía… Mi modesta experiencia, seguro que menor que la de Camacho y los hagiógrafos del sanchismo, es que lo mejor es atajar el problema en el primer minuto. Es decir, declarar ante el juez, buscar un abogado que no se crea que es un genio o el gran penalista alemán Claus Roxin y decir la verdad. Esto último es muy importante cuando no se tiene nada que esconder. Es algo que incluyo en la presunción de inocencia. Una de las víctimas injustas e involuntarias de este lío es la Universidad Complutense y su rector, Joaquín Goyache. Ahora emergen todo tipo de ataques y críticas de algunos que eran, además, sus máximos pelotas. Es algo habitual. Otros, aún sabiendo la honradez de Goyache, quieren aprovechar los errores para conseguir ventajas personales. Nada que nos tenga que sorprender.
Sánchez y su equipo se equivocan politizando el tema de la cátedra como si fuera una conspiración o un invento. Es evidente que nunca se tendría que haber creado. Solo desde la más absoluta ignorancia de los usos de una universidad pública se puede defender lo sucedido. Se hizo rematadamente mal. Otra cuestión es lo que determine el juez instructor. El otro aspecto desastroso ha sido no entender que la mujer o el marido de un jefe o jefa de gobierno tiene limitaciones en su actividad pública y privada. Es una de las cargas que comporta esta responsabilidad. Es lo habitual en todas las democracias del mundo. No he visto que Camacho y Contreras hayan encontrado algo similar en el Derecho comparado. La única respuesta es lanzar sus velociraptor contra cualquiera que discrepe o cuestione la verdad oficial. Nada que ver con el comportamiento que tuvieron la Zarzuela, el PP o tantos empresarios incursos en casos judiciales. Fueron prudentes y respetuosos con el procedimiento.
Han pasado pocos días y el plan de regeneración democrática ha despertado una indiferencia generalizada. Ni siquiera los medios afines al sanchismo se lo han tomado en serio. Es lógico, porque es una iniciativa absurda que solo busca actuar de cortina de humo ante sus problemas familiares. Algún artículo disperso de sus juristas sectarios, los ataques contra el PP y las chorradas de rigor. Nada impide que se siga hablando de Begoña Gómez, su hermano y otros escándalos que muestran la corrupción sistémica del PSOE. Este viernes se acogió a su derecho a no declarar, pero el efecto más evidente es que el tema se alargará a pesar de los esfuerzos del genial Camacho por archivarlo. No sé si acabará o no así, pero el daño reputacional para Sánchez, su esposa y el Gobierno es enorme, aunque luego se hagan un Chaves y se presenten como víctimas de una enorme conspiración. El plan de defensa del sanchismo y contra la libertad de expresión ha fracasado, pero la izquierda mediática que defiende esa moderna censura inquisitorial no se da cuenta que algún día puede ir en su contra. Es lo que sucedió en la Segunda República gracias a la nefasta ley de Defensa de la República.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).
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