Letras líquidas

«Podemología» aplicada

La excusa del aniversario de Podemos nos sirve para parar reflexionar sobre esa forma de hacer política que vino a salvarnos y cuyo máximo exponente se precipita al abismo de la desaparición

Que la conmemoración de los diez años del nacimiento de Podemos retrata la efervescencia del proyecto político, es una evidencia replicada sin cesar estos días de efemérides. La foto fija del entonces contrasta con la del ahora por el quiénes, por el qué y por el cómo, y redunda, también, en el viaje sideral de la formación del todo a la (casi) nada, de aspirar a los cielos a bracear en los infiernos. Pero no solo. La transformación experimentada en las filas de los «morados» a lo largo de esta década intensa, la que va de 2014 a 2024, puede analizarse e interpretarse de forma paralela a muchas de las variaciones registradas en el ecosistema político y social español durante el mismo periodo.

Con la traslación de aquella avalancha de protesta y malestar social que capitalizó el 15-M, llegó a las instituciones un estilo que pregonaba las bondades de una manera de estar en lo público y de gestionar lo de todos. Sin embargo, y con la perspectiva que solo da el tiempo, se constata, más bien, que lo que consiguió fue el impulso de determinados vicios y tics que, cómodamente instalados ya entre nosotros, marcan y condicionan el ambiente político actual. Y pueden resumirse en tres:

1. La tiranía de las «líneas rojas». El paso del bipartidismo, más o menos imperfecto, al multipartidismo supuso una verdadera revolución. Más allá de una cuestión formal, obligó a repensar y replantearse o, mejor, a modificar directamente décadas de funcionamiento. Con más formaciones en liza llegó la necesidad de más pactos, de más acuerdos, de otra manera de legislar y decidir. Y se volvió cotidiana esa expresión que se parapeta en los límites, en la inflexibilidad y en la incapacidad no ya de alcanzar sino siquiera de buscar puntos de encuentro.

2. El abuso de las negociaciones «in extremis». Si cada día es una operación a vida o muerte, al final, ninguno lo es. Pero los últimos años en el Congreso y el Senado han disparado el porcentaje de sesiones taquicárdicas, en las que el histrionismo y la exageración han terminado por dejar sin contenido el proceso, o sea, el debate y el intercambio de ideas, para centrarse solo en el resultado.

3. La consolidación de los personalismos. Si algo ha caracterizado a la «nueva política» ha sido el culto al líder y el seguimiento, más férreo que fiel, a sus postulados.

Y, con la extensión de estos tres males políticos, la excusa del aniversario de Podemos, que arrancó una nueva era, nos sirve para parar, mirar alrededor con atención y reflexionar sobre esa forma de hacer política que vino a salvarnos y cuyo máximo exponente se precipita al abismo de la desaparición. Tomemos nota, pues, de las consecuencias.