Cuartel emocional
El mes más caluroso
De bochorno ha sido la campaña electoral, la jornada electoral y el resultado electoral
Dicen que este julio que termina ha sido el más caluroso de la historia, yo añadiría también el más bochornoso, y digo bien. Porque de bochorno ha sido la campaña electoral, la jornada electoral y el resultado electoral. Ahora tengo entendido que el innombrable, una vez hechos sus arreglitos, también bochornosos con Puigdemont, se sube bochornosamente a “su” Falcon con la familia y amiguetes –no sé si también el suegro, o se queda vigilando los bochornosos negocios indecentes a los que se dedica-, y se instala en la Mareta, una maravillosa villa en la canaria isla de Lanzarote que Hussein de Jordania regaló a nuestro Rey Juan Carlos y él, siempre generoso, la donó a Patrimonio Nacional. Pero no se incrementaron las propiedades Estatales, sino que sirve para ocio, regodeo y hasta recochineo de maleantes como el que ahora ocupa sus estancias. Los españoles nos quedamos con cara de tontos y con la sensación de ser pequeños Napoleones, sucumbiendo en Waterloo, y nunca mejor dicho. Tengo amigos que han enloquecido y están encantados con que esto sea así; otros no hemos llegado a este punto de enajenación mental y nos congratulamos con buenas noticias que tenemos a nivel familiar, que son las que de verdad importan y son lo único que nos proporciona la verdadera felicidad, y como dice mi amigo E.S. lo que toca ahora es protegernos para que la basura que se avecina no nos salpique y lo poco o mucho que hayamos ido acopiando a lo largo de nuestra trayectoria vital no se la lleven los comparsas del tiparraco que, previsiblemente, nos va a seguir gobernando. Hablan del voto CERA, el voto de los españoles en el extranjero que tiene ahí un escaño bailando hacia un lado o hacia el otro, pero es tan difícil como hallar una perla en una ostra, que ocurre muy rara vez si bien la posibilidad existe.
Pero los que hemos hecho un clic en la cabeza después de los primeros días en shock hemos ya dejado de echar cuentas de la edad que tendremos en las próximas elecciones, dentro de cuatro años, y de pensar en qué estado de desbarate se encontrará esta España nuestra, o estas Españas nuestras, que nunca han dejado de existir desde la Guerra Civil, esa herida, ese tajo que en ningún momento de esta historia reciente ha llegado a suturarse, y menos aún en estos últimos años removiendo las heces para hacerlas oler aun más, desenterrando muertos de quienes ni quedaban cenizas, ahondando en la brecha entre quienes no teníamos ni intención de volver a hablar de ello, porque nada hay más vergonzoso que una guerra entre hermanos. En cambio la auténtica deyección encarnada en la banda asesina ETA nos la quieren hacer pasar por infantiles hazañas de románticos soñadores en busca de la libertad. Y ahí está uno de sus ideólogos a punto de que lo hagan jefe del Gobierno vasco, en medio de una juventud engañada a quienes cuentan una historia cuajada de mentiras. Pero todavía quedamos una generación que ni olvida ni perdona para que jamás se entierre esa infamia que tanto sufrimiento provocó.
CODA. El Rey don Juan Carlos, el Rey Padre como a algunos nos gusta decir, está en Galicia navegando y disfrutando de la que siempre fue su gran afición. El mar. Como el viejo Don Juan, que pasaba largas temporadas en el Giralda, un modesto barquito poco más grande que una cáscara de nuez que él adoraba, donde la que estas líneas suscribe más de una vez le preparó con todo el cariño un dry Martini, su aperitivo favorito. Cómo se hubiera horrorizado con todo lo que está ocurriendo en su tan querida, en su tan llorada España…
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