Tribuna

Los políticos y la paradoja de Epiménides

Hay que admitir que se ha hecho de la mentira una necesidad para obtener el triunfo político pero no hay que engañarse, casi todo el mundo sabe apreciar la verdad

Se habla con reiteración de las mentiras que utilizan muchos políticos para alcanzar el poder aunque, en general, se toleran con resignación, «como el que oye llover». A veces se presentan falsedades para disimular errores, otras para derrocar al contrario y algunas para consolidar su posición. No hay más que recordar la expresión de un máximo responsable diciendo que nunca pactaría con otro grupo político, que si lo hiciera no podría dormir y dos días más tarde le incorporó a su organización política con un abrazo entrañable y hace tiempo aquello de «OTAN no, bases fuera» tuvo como resultado solicitar el ingreso en la Organización poco tiempo después. Otros cientos de ejemplos pueden citarse.

La famosa filósofa alemana Hannah Arendt defendía que la verdad es indispensable en la esfera política, que la libertad de expresión no existe si no se fundamenta en un informe objetivo y veraz sobre cualquier situación y no deben proliferar las falsas noticias, las acusaciones infundadas y las calumnias que perjudican gravemente el prestigio de toda persona de bien y envenenan el espacio político. Las mentiras siempre hacen daño. El filósofo Hans King ha considerado que la mentira no es rentable porque anula la confianza, base de la democracia. Sin embargo siguen presentándose las promesas irreales, que todo el mundo sabe que no van a cumplirse, que no es posible con los medios al alcance de los que las divulgan.

Cuando se trata de analizar a los dirigentes políticos se recuerda con frecuencia la conocida paradoja del mentiroso que expuso el filósofo griego Epiménides en el siglo VI antes de Cristo. Al gran pensador se le ocurrió afirmar que todos los cretenses eran mentirosos y lo curioso es que él era cretense. Han pasado siglos y sigue sin poder averiguarse si decía la verdad y entonces era un mentiroso pues todos los cretenses lo eran, o bien no era mentiroso y por tanto lo afirmado era verdad. Parece que Crisipo, de la escuela estoica dedicó tres volúmenes a resolver esta paradoja. También San Agustín estudió la contradicción sin llegar a las catorce consideraciones de Pablo de Venecia, pero en realidad a pesar de los intentos nadie ha encontrado una solución aceptable.

Los políticos y la paradoja de Epiménides
Los políticos y la paradoja de EpiménidesRaúl

Algunos tratadistas han mantenido que ciertas mentiras pueden ser saludables si tienen buena intención. Esta observación se ha admitido con facilidad. Se dijo que el pueblo es hielo ante las verdades y fuego ante las mentiras, es decir, que mentir es rentable. Se sabe a ciencia cierta, que las mentiras de los políticos se difunden deliberadamente, se estudian sus resultados, no son inofensivas y se consigue que vayan penetrando subrepticiamente a beneficio del que las expone.

En el siglo XX la mentira entró en la fase del consumo masivo, extendiéndose la costumbre de contestar a una pregunta relatando hechos no relevantes y ajenos a la cuestión planteada. Es tan común que no se altera ni siquiera el que plantea la cuestión. Se han difundido innumerables anécdotas. Se dijo que el general De Gaulle al preguntarle sobre algunos datos de la Segunda Guerra mundial en lugar de contestar, habló de Juana de Arco. Es el conocido método Olledorf que se emplea en el aprendizaje de una lengua, practicando con frases sencillas aunque no tengan sentido. Buenos días, contestación, tengo hambre.

La paradoja del mentiroso atribuida al filósofo griego, no ha podido resolverse .Se volvió a ella cuando se creó el primer ordenador en el año 1947. Dos estudiantes de la Universidad de Harvard y un equipo de investigadores pidieron a la máquina recién descubierta una solución de la paradoja de Epiménides, la pantalla osciló hasta colapsarse sin dar ninguna respuesta. Con posterioridad Kurt Gödel, un gran matemático creador del teorema de la incompletitud, estudió la paradoja del griego, sin conseguir resultado.

Algún autor ha manifestado que los gobernantes de hoy son como los cretenses, mienten y no debemos aceptar que sus promesas son verdaderas pero si consideramos que son mentirosos, dicen la verdad cuando mienten. Un jeroglífico.

Hay que admitir que se ha hecho de la mentira una necesidad para obtener el triunfo político pero no hay que engañarse, casi todo el mundo sabe apreciar la verdad y decidir sus apoyos, en estos momentos: no se han tenido en cuenta las inconsistencias oficiales sobre los datos del desempleo, ni las contradicciones sobre la pandemia, se sabe que no han desaparecido los contratos temporales, que se han transformado en contratos fijos discontinuos, pocas personas creen los datos que se facilitan oficialmente.

Es verdad que muchos políticos son íntegros, exponen sus propuestas con veracidad. Eso es lo que hay que exigirles, tienen que saber que los votantes no se dejan engañar y el sistema de prometer con mentiras, es reprobable.

Guadalupe Muñoz Álvarez.Académica Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.