El canto del cuco
El precio de la investidura
¿Hasta qué punto es lícito «comprar» siete votos con una amnistía, votada además por los beneficiarios de la misma? ¿Roza eso el delito?
Reconoce el ex ministro socialista Jordi Sevilla en el periódico gubernamental que si el bloque que apoya al Gobierno de coalición hubiera conseguido unos cuantos escaños más, no estaríamos hablando de amnistía. O sea que la pretendida amnistía no es para normalizar la situación en Cataluña, sino para intentar conseguir la investidura de Pedro Sánchez. «El problema adicional –dice– es que la amnistía, junto a sus ventajas para la investidura, tiene también efectos negativos sobre el espacio político y la convivencia ciudadana que deben ponerse en la balanza». Él se manifiesta partidario del «Gobierno de progreso», pero en contra de la amnistía.
Ésta es, me parece, la posición más extendida entre la militancia socialista. No pocos tienen el corazón partido. O mejor, las razones del corazón no concuerdan con las de la cabeza. Apoyan la idea del Gobierno de izquierdas, pero no a cualquier precio. En muchos prevalece el espíritu de secta. Los más experimentados concuerdan con J.Sevilla en que «no podemos avanzar en ninguno de los grandes retos del país sin un mínimo consenso entre las dos grandes fuerzas políticas». Pero el diálogo está roto y sin trazas de poderlo arreglar. Y menos con la amnistía exigida por unos delincuentes para dar sus votos. Sánchez ha demostrado que se entiende mejor con Puigdemont, Junqueras y Otegui que con Feijóo. No le importa provocar con su actuación una mayor polarización de la vida pública. No ha habido un político en España en toda la etapa democrática que haya contribuido más que él al enfrentamiento y la división. Como escribe Ortega en la «España invertebrada», aquí «nos falta la cordial efusión del combatiente y nos sobra la arista soberbia del triunfante».
Esto plantea un verdadero problema ético y seguramente jurídico: ¿Hasta qué punto es lícito «comprar» siete votos con una amnistía, votada además por los beneficiarios de la misma? ¿Roza eso el delito? ¿Dónde están los límites de la ambición política? ¿Qué queda de la honradez del partido centenario? La permanencia de un Gobierno de izquierdas, que impida que gobierne la derecha ¿lo justifica todo? Son preguntas que se hacen muchos socialistas a estas horas. Desde la derecha llaman a esto corrupción. Eso sin contar con la aparente inconstitucionalidad de la medida y sus demoledores efectos colaterales. En resumidas cuentas, ¿cuál es el precio final de la dichosa investidura de Pedro Sánchez? ¿Quién hace aquí las cuentas? Me parece que lleva razón Bertrand Russell: «El hombre embriagado con el poder está desprovisto de sabiduría, y mientras gobierne al mundo, el mundo será un lugar desprovisto de belleza y alegría».
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