El buen salvaje

Pregolpe de Sánchez

Sánchez se ha convertido en un caudillo por la gracia de Dios y por las risitas de todos sus diputados que dejaron ayer debajo de las alfombras un recado al pueblo: si aquí un día disparó Tejero por qué no podemos jugar con pistolas de agua hasta provocar un tsunami

Yolanda Díaz, en aquel discurso hilarante sobre el plan B de los ricos, que era huir en cohete porque este mundo «se iba al carajo», estaba en realidad allanando el camino, no a los milmillonarios, sino a los que no piensan como ella, a los no comunistas. Marte en verdad será el nuevo gulag donde acabaremos penando hasta que crezca una lechuga. Ya les gustaría mandarnos a todos más allá del sistema solar y que dejáramos de dar la lata, que es una incomodidad bregar con una legión de fachas.

Lo supimos nada más ver a Óscar Puente bajando los peldaños del hemiciclo, saboreando cada paso, como si él mismo pudiera lamerse los zapatos, en su camino hacia la tribuna, riéndose de los millones de personas que votaron al Partido Popular, escoria a la que hay que reeducar hasta que aplaudan al unísono y durante varios minutos a Pedro Sánchez a la manera de un Kim Jong-un del barrio de Tetuán.

Lo de Óscar Puente fue en puridad la firma de la amnistía pues no había mayor comedia que sacar a un payaso, un bufón que se cree listo, para que el pueblo se entretuviera mientras se preparan los contratos en Waterloo. Óscar Puente sirvió alegremente de felpudo a Pedro Sánchez, que ya ha matado al Parlamento, a la Constitución, al edificio entero de la democracia para convertirlo en un 13 rue del Percebe con maldita sea la gracia donde puede pronunciarse cualquier insensatez y una ración vertebrada de insultos. Ha urdido un pregolpe para que cuando llegue el de verdad no provoque dolor pues la gangrena ya se habrá comido las entendederas.

A los que hoy lo defienden, a los que le ríen estas gracias, un día se les congelará la mueca y desearán haber nacido en otro momento, se les pudrirá el remordimiento y la culpa. Sánchez se ha convertido en un caudillo por la gracia de Dios y por las risitas de todos sus diputados que dejaron ayer debajo de las alfombras un recado al pueblo: si aquí un día disparó Tejero por qué no podemos jugar con pistolas de agua hasta provocar un tsunami.