Apuntes

Ni que Mazón tuviera que ser Churchill

Los socialistas valencianos paralizaron las obras de prevención de avenidas del barranco del Poyo

Vale que Carlos Mazón no es Churchill y que tiene digestiones pesadas, pero de ahí a responsabilizarle como único culpable de la catástrofe de la gota fría hay un paso que sólo nuestra izquierda cainita es capaz de dar, consciente de que ha llegado su momento y, si no, pues hundimos otro barco. Además, mientras aquilatamos con precisión de relojero las horas en las que el presidente de la Generalitat estuvo a otros menesteres no se habla de otras cosas, por ejemplo, de la Ley de Huerta, de 2018, impulsada por los socialistas valencianos y los nacionalistas de Compromís, y apoyada por Podemos, que tuvo la virtud de paralizar uno de los proyectos hidráulicos para la prevención de avenidas en el barranco del Poyo, trabajo que comenzó a elaborarse en 2007 y que ya tenía aprobado el informe de impacto ambiental. Es de traca, pero los autores de la Ley de Huerta, que reconocían paladinamente la peligrosidad de la zona, pues ocupaba «la llanura de inundación de varios ríos y barrancos», consideraban que el terreno agrícola podía actuar como «empapador» de la inundación y evitar daños en personas y bienes. Así, «uno de los servicios ambientales más de la huerta es su protagonismo en la mitigación de inundaciones». El argumento no convenció a los diputados del PP y de Ciudadanos, que votaron en contra, y que, hoy, ven cómo el tiempo pone las cosas en su sitio.

No sólo la gota fría de 2024 ha arrasado los campos agrícolas y las explotaciones ganaderas de la Huerta, sino que se ha llevado por delante miles de pequeñas y medianas empresas, el nervio de tejido productivo de una región con un peso industrial más que considerable. Vaya por delante que la rambla del Poyo pasó de evacuar un caudal de 200 metros cúbicos por segundo a las 6 de la tarde a verse desbordado en menos de dos horas por una corriente de 2.282 metros cúbicos por segundo –tres veces el caudal medio del Ebro– que arrasó hasta con los sistemas de medición. Poco cabía hacer contra tamaña fuerza de la naturaleza. Del relato de lo acontecido hecho por el alcalde de Algemesí, José Javier Sanchis, cabe destacar que estaban en alerta desde el domingo anterior, entre otras cosas, porque las gotas frías son un fenómeno recurrente en la comarca y había un aviso de la AEMET. Que el martes, por la mañana, ya estuvieron los servicios municipales trabajando para despejar de troncos, cañas y demás basura los ojos del puente sobre la torrentera del Magro y que cuando comprendieron la calamidad que se venía encima se ordenó el desalojo de los polígonos industriales y se recomendó a los vecinos que se guarnecieran en los pisos altos. Aun así, hubo que lamentar seis muertes.

Por cierto, cuando llega la temporada de tormentas, el Ayuntamiento de Algemesí remite un oficio a la Confederación Hidrográfica del Júcar reclamando que se limpien los barrancos y torrenteras, escrito que nunca es respondido, ni como acuse de recibo. Y menos mal que la presa de Forata, una de las obras que llevó a cabo el malvado franquismo tras la catástrofe de 1957, como el nuevo cauce del Turia, aguantó una avenida que se sale de todos los registros históricos: ¡más de 20 hectómetros cúbicos en menos de dos horas! Pero, ya se sabe, la culpa de todo es de Mazón. Los demás, no tenemos responsabilidad alguna. Ni con los cauces sucios ni con las obras nunca hechas.