Y volvieron cantando

¿Quién habló de plasmas?

Todo eso es pasado, un pasado en el que, a efectos de calidad democrática desde el punto de vista del legítimo control de la prensa al poder, fue, no lo duden, bastante mejor

Ahora que conmemoramos el 25 aniversario del nacimiento de un periódico como este comprometido con los valores constitucionales y siempre fiel a la máxima del buen periodismo, que no es otra que la vigilancia al poder, tal vez no este de más seguir reivindicando el siempre saludable derecho a la información. Primera comparecencia del presidente tras su investidura para dar oficialidad al elenco de su nuevo ejecutivo y los periodistas se encuentran con la negativa a acceder a la sede de presidencia porque «no habrá pie a preguntas y además ya se ofrece una señal institucional», o lo que es igual, quedaos en vuestras redacciones mirando la tele, no vaya a ser que acabéis contando detalles de lo que veis.

¿Se acuerdan de esos años en los que desde la oposición y no pocas terminales mediáticas hoy especialmente silenciosas se le acusaba a Rajoy de aparecer solo tras el plasma de una pantalla? Pues ahora transcurridos cinco años de Sánchez en la Moncloa tenemos suficientes elementos para comparar y colegir que la disposición actual para que los ciudadanos sepan de lo que hace o no hace su gobierno es todavía más mejorable. Para contarlo todo, los «plasmas» de Rajoy aparecieron como un gesto en la dirección del PP por ofrecer a los periodistas la intervención de su presidente ante la junta directiva en una reunión que además es interna, cosa que no hacía el PSOE con el equivalente, su comité federal. Pero el favor se convirtió en mito de opacidad informativa gracias a los mismos que ahora callan y es que, en estos tiempos en los que desgraciadamente oímos hablar de degradación democrática conviene recordar que hubo otros, en los que los presidentes ofrecían muy numerosas ruedas de prensa claro está con preguntas, en los que se acercaban al bajar del avión en viajes oficiales para que los enviados especiales pudiéramos al menos saber por su boca del motivo y alcance de la visita micrófonos en mano, en los que no nos conformábamos con un «tuit» o una señal institucional de video y en los que resultaba un insulto a la inteligencia y a los ciudadanos el mero hecho de no admitir preguntas de los informadores. Todo eso es pasado, un pasado en el que, a efectos de calidad democrática desde el punto de vista del legítimo control de la prensa al poder, fue, no lo duden, bastante mejor.