El trípode

«Quien quiera entender que entienda»

Es tan burdo y grotesco querer dedicar cada tres días un acto para conmemorar su muerte hace 50 años que es una prueba evidente de la absoluta carencia por el sanchismo de un proyecto de presente y de futuro para España.

Se ha reiniciado el curso político tras la suspensión propia de las fiestas del periodo navideño y para el sanchismo su actual prioridad se remonta a 50 años atrás cuando Franco precisamente había delegado la Jefatura del Estado en el entonces Príncipe de España y futuro sucesor suyo, D. Juan Carlos. El motivo era una enfermedad de flebitis precursora de la sucesión de problemas de salud que provocarían once meses después su fallecimiento en una habitación de la Residencia de la Seguridad Social La Paz, de Madrid. Es decir, que no falleció como otros en el exilio, en la cárcel o ejecutado, sino como cualquier otro ciudadano, aunque, eso sí, su capilla ardiente en el Palacio Real de la Plaza de Oriente tuvo que darse por terminada dada la interminable cantidad de personas que hacían cola para rendirle su último adiós personalmente. Es tan burdo y grotesco querer dedicar cada tres días un acto para conmemorar su muerte hace 50 años que es una prueba evidente de la absoluta carencia por el sanchismo de un proyecto de presente y de futuro para España. Aunque es muy probable que hasta les salga el tiro por la culata y que consiga no tanto distraer a los españoles y que se olviden de los procesos judiciales que por corrupción política rodean al sanchismo, sino que los más jóvenes se interesen por la figura de Franco. Ahora, Sánchez lo que desea es advertir del riesgo de que reviva tras exhumar sus restos de la Basílica del Valle de los Caídos y tengamos otra dictadura. Es evidente la falta de respeto a los españoles por su parte, que tiene tics propios de dictadores como su admirado Maduro y su vicepresidenta Delcy –la de las maletas– que son estrechos aliados suyos y de sus progresistas socios y aliados de Sumar y Podemos. Pretender que no se hable de su gobierno y se hable de Franco es conducta propia de autócratas que toman a sus conciudadanos como incapaces de discernir lo que es una auténtica tomadura de pelo para personas con un mínimo de sentido común. Pero el bien común le importa un comino a Sánchez, que necesita de un «enemigo» –exterior o anterior y por supuesto ultraderechista– que justifique ante sus seguidores su permanencia en el poder. Su prioritario socio Otegi, consciente de su situación, ha afirmado que «su endeblez política es una ocasión que hay que aprovechar para conseguir junto al PNV la autodeterminación de la nación vasca». Igual que ERC y Puigdemont para Cataluña. El sanchismo es la antiEspaña. Así de claro para que «quien quiera entender, entienda».