Editorial
Sánchez hace campaña en la Casa Blanca
En esa eterna posverdad que Moncloa recrea a diario se ha construido un relato absurdo en torno al liderazgo mundial de Sánchez por su entrevista con Biden
Pedro Sánchez ha logrado al fin ser recibido por Joe Biden en la Casa Blanca. Que un presidente de España mantenga una relación cordial y fluida con su homólogo en la primera potencia democrática del mundo es siempre una buena noticia. Ojalá la cita no se hubiera demorado hasta el décimo trimestre del mandato del líder demócrata estadounidense y los antecedentes en los encuentros entre ambos gobernantes no hubieran atravesado capítulos deslucidos en un contexto de frialdad con la administración española, sin duda afectado por la presencia en su seno de referentes comunistas de credo antinorteamericano. Esa variable no ha ayudado, con su hostilidad manifiesta a la cooperación militar con Washington y su discurso beligerante con la OTAN y la estrategia en la guerra de Ucrania. Resulta una paradoja chirriante de tantas que jalonan la peripecia de la coalición que Pedro Sánchez gobierne con grupos de ultraizquierda de planteamientos antioccidentales mientras al menos de palabra preserva una fe atlantista inquebrantable. En Estados Unidos habrá costado digerir las peculiaridades domésticas de un aliado con semejantes compañeros de viaje. En cualquier caso, Sánchez ha logrado salvaguardar una alianza clave tras una singladura de claroscuros especialmente bajo el agreste liderazgo de Trump y el relativo desinterés de su sucesor. La normalización de las relaciones entre ambas naciones, con acuerdos como el de la ampliación de la presencia naval en la base de Rota, amén de otros compromisos como el migratorio, responde al interés general del país; la propaganda, el manoseo de la fotografía en el despacho oval, la instrumentalización electoral y la desinformación se enmarcan en los usos políticos de la administración socialista. En esa eterna posverdad que Moncloa recrea a diario se ha construido un relato absurdo en torno al liderazgo mundial de Sánchez por su entrevista con Biden, y del recuperado peso de España en el concierto mundial con la izquierda en el poder. Es una aseveración pueril que convendría desechar por pudor y responsabilidad. No es un secreto para nadie que nuestro país ha sido, por ejemplo, recurrentemente ignorado en los sucesivos cónclaves convocados por Washington para tratar la crisis de Ucrania y otras urgencias de dimensión global. Hace ya tiempo, y es un debe no solo atribuible al presente inquilino de Moncloa, que España perdió el paso en el tablero del mundo en paralelo o de la mano de la evidente decadencia económica. Que Sánchez haya sido el último de los gobernantes de las naciones del orden democrático en ser recibido en la Casa Blanca en un tiempo tan excepcional no es baladí. Se han cometido demasiados errores que otro ejecutivo tendrá que enmendar para recuperar el estatus que nos corresponde mediante una acción exterior fiable y seria. En diplomacia la doble moral es una manifestación de deslealtad que se paga. Que en un mismo gobierno se ampare a Putin y se apoye a Ucrania es otra razón para que pase a la historia cuanto antes.
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