Quisicosas

Sánchez ante el juez, la telenovela

Begoña seducía a los empresarios y éstos se dejaban cientos de miles de euros en apoyo de sus proyectos en el Instituto de Empresa o en la Complutense

A lo largo del «Begoñagate», sólo en dos ocasiones ha sido arrastrada la imagen de España a los titulares internacionales. La primera, cuando el presidente amenazó con dimitir y la segunda, ayer, porque Pedro Sánchez tendrá que testificar el día 30 de julio. Todas las agencias del mundo daban la noticia y muchos periódicos (Le Monde, The Times, Financial Times) la cubrían.

Ni Rajoy se lucró personalmente con la Gürtel (creo) ni Sánchez con los enchufes de su mujer (creo). Pero ambos eran cómplices «in vigilando» de la concesión de contratos o subvenciones «por ser quien sois». Económicamente es más grave la Gürtel (si exceptuamos el rescate de Air Europa), pero el tráfico de influencias es peor con la mujer del presidente del Gobierno. En imagen nacional, no lo sé. Lo que es radicalmente diferente es el juicio de Sánchez: «Lo extraño no es que Rajoy vaya a declarar, lo extraño es que siga siendo presidente», éste fue su durísimo tuit el 22 de abril de 2017. Cuando hace siete años un demudado Mariano Rajoy tuvo que testificar, Sánchez compareció ante los medios solemnemente para acusarlo de causar un «daño irreparable a la imagen de España», «una mancha en la proyección internacional y el prestigio de nuestro país». «¿Es usted –le preguntó– la persona que realmente puede librar a España de la corrupción?». Ahora amenaza con leyes de censura para los medios molestos al poder y permite un trato especial a su mujer cuando acude a los tribunales. Las leyes se cambian y los procedimientos se modifican por nepotismo.

Begoña seducía a los empresarios y éstos se dejaban cientos de miles de euros en apoyo de sus proyectos en el Instituto de Empresa o en la Complutense. ¿Por qué les resultaba atractiva? Varios de ellos obtuvieron contratos y subvenciones públicas, algunos con recomendaciones escritas de su parte.

La Fiscalía ha solicitado que se suspenda el interrogatorio a Pedro Sánchez o, en su defecto, que se limite a contestar por escrito, pero es evidente que el rasero es otro que cuando Rajoy tuvo que ir al juzgado. El abogado de Begoña Gómez solicita, lógicamente, lo mismo. El presidente puede negarse a contestar al juez Juan Carlos Peinado, porque la ley española así lo permite en caso de que uno testifique sobre el cónyuge, pero no es lo mismo que le diga al magistrado a la cara que no piensa hablar, que lo escriba en un papel.

Cuando nuestro primer ministro se fue a su casa cinco días a meditar, Steffen Lüdcke escribió en Der Spiegel: «Ha convertido España en una telenovela». Vamos por la segunda temporada y no pierde interés. Estamos exportando un culebrón al mundo.