Sin Perdón

Sánchez se queda sin relato

«Sánchez cree que puede controlar a Puigdemont con el chantaje de la amnistía y que venderá sus principios, como hizo él, a cambio de un plato de lentejas. Tengo la impresión de que anda bastante despistado»

Con tantos palacios, coches oficiales, aviones y helicópteros, Sánchez ha perdido de vista la realidad. Se comporta como si tuviera la mayoría absoluta. Es lógico que le incomode aguantar las preguntas de una oposición que no le valora como se merece. A Feijóo y Abascal los trata con una displicencia impostada y unos aires de superioridad que no se corresponden con la realidad. Se cree el gran estadista de la izquierda mundial e insiste en que la derecha no tiene políticas alternativas, salvo devolvernos a los tiempos de Atapuerca. Tras escucharle parece que Ursula von der Leyen sea su marioneta, en este caso a veces pienso que es verdad, y que Teresa Ribera es la única vicepresidenta de la Comisión. El socialismo ha fracasado en Europa, pero la izquierda mediática compra la propaganda monclovita y parece que ha sucedido todo lo contrario. La política exterior del sanchismo es errática, arbitraria y personalista. No es una política de Estado, porque todo depende de los caprichos partidistas del inquilino de La Moncloa.

Sánchez está acostumbrado a conseguir siempre lo que quiere. Me imagino que desde pequeño todo le fue rodado. Y hay que reconocer que ha alcanzado el sueño de cualquier político. Los mismos que ahora le rodean y le aplauden en el partido y el Gobierno son los que le despreciaban hasta que ganó la moción de censura. Es lógico, para medrar en el sanchismo no hay que tener ningún principio o limitación ética. Su problema es el aislamiento, porque nadie le lleva la contraria. Es algo que han sufrido sus antecesores. Ha dejado la estrategia de comunicación en manos del millonario José Miguel Contreras que sueña con resarcirse de sus sonados fracasos televisivos y presidir el gran grupo de la izquierda mediática. Al final, se le puede aplicar la frase que le dedicaban en la Complu: «¡Que no te enteras, Contreras!». La verdad es que me resulta tan entrañable cuando defendía a Zapatero como ahora a Sánchez, del que era uno de sus más feroces detractores. Es un mérito, porque el sanchismo es un mundo de conversos y mercenarios que adoran los lobbies y las redes clientelares. Cuando asuma la presidencia ejecutiva del grupo Prisa no hay duda de que será todavía más útil a la causa.

El problema de vivir instalados en el relato es que no siempre es veraz y se convierte en un fin en sí mismo. La parte dedicada a la conversión de Feijóo en un peligroso ultraderechista forma parte del hilo conductor de la prensa digital sanchista, de Prisa y de RTVE convertida en el canal temático de La Moncloa. Creo que deberían proponer un programa «Aló presidente» protagonizado por Sánchez con guiones de Patxi López y los ministros que formarán la comisión de la verdad con la que quieren controlar los medios de comunicación críticos con el líder carismático. En este punto llegamos a otro de los aspectos del confuso relato presidencial, ya que se ha creído que es un presidente con poderes como Biden o Macron. No somos un sistema presidencialista, sino una monarquía parlamentaria. Los españoles no votaron a Sánchez, sino a unos diputados que luego le eligieron formando una mayoría coyuntural gracias a que compró los votos de Junts con la amnistía. El modelo populista de presidencialismo caudillista que tanto le gusta existe en Iberoamérica por influencia del sistema estadounidense.

Nosotros no elegimos a un presidente que es un jefe del Estado que no responde ante el Poder Legislativo, como sucede en Estados Unidos, o que nombra a un primer ministro y un gobierno como en Francia, que es un régimen semipresidencial. Le gustaría que nuestro modelo fuera como en Chile, Argentina o México, pero hay que explicarle que no es así. Su legitimidad proviene del Parlamento y en el caso de no contar con su apoyo debería presentar una cuestión de confianza. Es un auténtico esperpento que pretenda gobernar sin presupuestos, porque los vigentes son de la anterior legislatura. No es una prórroga normal si se produce, sino un disparate constitucional. Es cierto que no le importa, ya que Conde-Pumpido es su servidor más fiel. No hay nada que haga que pueda considerar inconstitucional. En eso ha quedado un magistrado del Tribunal Supremo y presidente del Constitucional.

Tras el fracaso de su plan de acción democrática, que ha nacido muerto y que no es más que un zafio intento de amedrentar a los medios que no controla el millonario Contreras, llegan sus problemas con Puigdemont. Me temo que piensa que puede manejarlo como si fuera una marioneta. No es von der Leyen y Santos Cerdán no es el mejor interlocutor porque manda menos que mi perra Lolita. Es un mensajero voluntarioso que siempre está preocupado por su futuro. Sánchez cree que puede controlar a Puigdemont con el chantaje de la amnistía y que venderá sus principios, como hizo él, a cambio de un plato de lentejas. Tengo la impresión de que anda bastante despistado. No creo que cometa el error de aprobarle los Presupuestos, porque en ese momento Puigdemont y Junts están acabados. Su poder será nulo. La jugada le salió bien con Marta Rovira, cuya lucidez política es digna de ser estudiada para hacer siempre justo lo contrario de lo que proponga. En el caso del expresidente catalán es evidente que no tiene ningún incentivo para convertirse en el rehén de Sánchez. Lo más acertado es sentarse tranquilamente en Waterloo, dejar que la eficaz Míriam Nogueras le haga la vida imposible en el Congreso y que Batet y Turull hagan lo mismo a Salvador Illa en el Parlament. El único aliado que le queda a Sánchez es Abascal y las excentricidades de Vox contra el PP.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)