El buen salvaje

Las secretarias de Ábalos y las Lewinskys del PSOE

A Ábalos lo echaron del templo, lo excomulgaron, pero él quería salvarse a nuestros ojos con la idea de que no contaba con secretaria, un paria que no tiene quien le filtre las llamadas

Sucumbió ese pájaro apellidado Ábalos a lo del coche y la secretaria, que es, desde que el cerebro del exministro aún crecía, una figura que identifica al que tiene poder y además puede enseñarlo, a ser posible uno rubio y en faldas, a lo Carmen Díaz de Rivera, un morbo encapsulado en el tiempo: el ministerio de Igualdad debería imponer un cupo masculino, la esplendorosa paridad, para que secretarios con «six pack» inunden los antedespachos.

La poética de la secretaria no es reciente, las lágrimas que trataban de imponerse en los ojos del ya diputado del Grupo Mixto me hicieron recordar a «Mad Men», solo que Don Draper es mucho más guapo que el ex Fomento, o el ex Fomento es más feo que Don Draper, y, sobre todo, la canción de Mocedades: «Secretaria, secretaria, la que escucha, escribe y calla, la que hizo de un despacho tu morada». Una letra tan anacrónica como el propio Ábalos, un señor como de Corín Tellado, cuando prepara ese discurso adánico de alguien expulsado del paraíso socialista, de apóstata a su pesar. A Ábalos lo echaron del templo, lo excomulgaron, pero él quería salvarse a nuestros ojos con la idea de que no contaba con secretaria, un paria que no tiene quien le filtre las llamadas y le reserve mesa en La Chalana. La asociación de secretarias, si es que existe, debería advertirle por clasista y un tanto machista, que es lo que se lleva en la bancada que votó lo del «sólo sí es sí».

Hipócritas y rateros hay en todas partes, lo que no deja de asombrarme es la capacidad humana entre el secretariado chungo, para hacerse un Lewinsky en el despacho oval (en este caso de Ferraz) y así no sólo negar al caído, el apestado Ábalos, al que ahora nadie de los suyos conoce, como si hubiera sido el niño de «El sexto sentido», sino lubricar a gusto el lenguaje de apoyo al gran jefe para alejarlo lo más posible del incendio. Como escribo en un periódico elegante que detesta las malas maneras, lo dejaré en que le hacen la pelota o rezan de rodillas al gran Mesías, que, como en «Dune», es capaz de cabalgar gusanos.

Ábalos sería el ejecutor de haber estado en la otra parte de la pantalla, por eso no me inspira la pena que busca. Está herido por él mismo, pues todos se hicieron a imagen y semejanza de su valido. Debe ser duro que ya no pueda entrar en la Iglesia que le ha acogido desde jovencito, mis primeras primarias, Chispas. Pero todo se lleva peor si no tienes secretaria. Ahora sería Ábalos quien le cantaría a Sánchez: «Al negarme a ser amable me ignoraste y solo fui tu secretaria».