El ambigú

Las tardanzas de la justicia

La crítica a los jueces es un derecho fundamental, siempre que se ejerza de manera responsable

«Morir, dormir, no más…», es una frase de Hamlet, la obra de William Shakespeare. Aparece en el soliloquio del príncipe Hamlet en el acto 3, escena 1, y es un momento de profunda reflexión existencial sobre la vida, la muerte y el significado de la existencia. Este pasaje aborda la idea de la muerte como un «sueño» final, sugiriendo que puede ser un descanso, una liberación del sufrimiento y de los problemas de la vida. La frase «morir, dormir, no más» implica un deseo de escapar del dolor y del sufrimiento humano, algo que muchos consideran atractivo en un momento de desesperación o angustia; pero llama la atención y causa cierta sorpresa comprobar cómo Shakespeare sitúa dentro de los problemas de la vida –los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, …, las insolencias del poder y las vejaciones ... nada más y nada menos que «las tardanzas de la justicia», en inglés «the law’s delay». Resulta revelador descubrir cómo en un pasaje en el que se aborda la idea de la muerte como un «sueño» final, sugiriendo que la muerte puede ser una liberación del sufrimiento y de los problemas de la vida, se coloque las tardanzas de la justicia como uno de esos problemas. No cabe duda de que estamos ante un pasaje existencialista en el que Hamlet reflexiona sobre la condición humana, la lucha interna entre aceptar la injusticia y el sufrimiento de la vida y la posible paz de la muerte. Elaborando una interpretación hermenéutica de la obra debemos contextualizar la preocupación por la tardanza de la justicia de Hamlet en el tormento que sufre por la necesidad de vengar la muerte de su padre y la corrupción de su tío Claudio, pero se enfrenta a un conflicto interno que le impide actuar de manera decisiva, se mueve entre la acción y la inacción, la justicia y la venganza, y la tardanza de Hamlet para actuar refleja su dilema existencial sobre el significado de la vida y la muerte, y el coste moral de tomar una decisión.

En nuestros tiempos la actuación de la justicia no puede estar lastrada ni por la tardanza, ni por la generación de falsos dilemas y para ello ha de contar con medios sin lugar a dudas, pero sobre todo con independencia y legitimidad, una legitimidad que debe ir más allá de la previsión constitucional del art 117 de la CE –La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley–. Esta legitimidad y el respeto a la misma exige que la también legítima crítica a su labor cuando se ejerce desde integrantes de otros poderes del Estado y representantes de partidos políticos sea responsable. La crítica a los jueces y a sus decisiones es inevitable, y se considera un derecho fundamental dentro del marco democrático, siempre que se ejerza de manera responsable y con base en principios de racionalidad, mesura y prudencia. Cuando los integrantes de otros poderes del Estado y representantes de partidos políticos se pronuncian sobre la labor de los jueces, es fundamental que sus críticas no solo sean legítimas, sino que respeten los límites de lo que constituye una crítica constructiva y no una presión indebida o un ataque a la independencia judicial. Algunas críticas recientes son sencillamente inadmisibles, pero por su contenido, contexto y autor no creo que llegaran a preocupar lo más mínimo a Hamlet, pues carecen de profundidad, y carentes de cualquier atisbo de ingenio o reflexión, críticas, en definitiva, muy ramplonas.