Cargando...

El ambigú

Tiempos muy extraños

El sano debate político se está pervirtiendo sobre la base de atacar al poder judicial y su independencia

La calidad de nuestra democracia está muy por encima de aquellos que en estos momentos la ponen en cuestión; la polémica proposición de ley de amnistía tiene como objetivo confesado, los no confesados no debo valorarlos, facilitar una solución política a la crisis surgida después del intento de secesión de Cataluña en 2017, sanar las divisiones políticas y sociales entre Cataluña y el resto de España, ofreciendo un reinicio en las relaciones y permitiendo un diálogo más abierto y constructivo sobre el futuro de Cataluña dentro de España. De momento, lo que se ha conseguido es una polarización como hacía mucho tiempo que no se vivía, instituciones enfrentadas entre sí, cuestionamiento del poder judicial y de medios de comunicación, enfrentamientos dentro de los propios partidos de gobierno, en definitiva, todo lo contrario, a lo perseguido por este instrumento legislativo.

Desde la Constitución de 1978 España se había convertido en un país en construcción, basando su éxito en un amplio respeto a las instituciones y alcanzando de vez en cuando amplios consensos entre los dos únicos partidos de gobierno en materias tan importantes como la política exterior, la lucha antiterrorista y el modelo territorial. Estos espacios de consenso han saltado por los aires; cuando la acción política se basa en acuerdos exclusivos entre uno de los dos partidos de gobierno con los extremistas e independentistas, España deja de ser un país en construcción y comienza un proceso de deconstrucción.

Por otro lado, el sano debate político se está pervirtiendo sobre la base de atacar al poder judicial intentando socavar su independencia, fundamental para una democracia saludable; la justicia debe ser capaz de actuar sin presiones políticas para asegurar que todos, incluidos los líderes políticos, estén sujetos al estado de derecho. Del mismo modo, los ataques a los medios de comunicación ponen en peligro la libertad de prensa, crucial para mantener informada a la ciudadanía y para la rendición de cuentas de los gobiernos. Mucho se cita últimamente el libro escrito por Steven Levitsky y Daniel Ziblatt «Cómo mueren las democracias», los cuales alertan de cómo las democracias no solo colapsan a través de golpes de estado violentos, sino también de manera más gradual a través de acciones llevadas a cabo por líderes electos; sostienen que mueren principalmente por erosión interna, es decir, el abandono de normas claves y el debilitamiento de instituciones democráticas esenciales como los medios de comunicación y el poder judicial; todo comienza con el rechazo o débil compromiso con las reglas democráticas del juego y la negación de la legitimidad de los oponentes políticos.

Cuando el análisis político dentro de una fuerza política termina haciendo responsable de sus problemas al poder judicial, cuyas decisiones pueden ser corregidas, si ha lugar a ello, por órganos judiciales superiores, y/o responsabilizando a la crítica política de determinados medios de comunicación, la cual puede ser contrastada y refutada por otros gracias al pluralismo político y a la libertad de prensa, deberían hacer una profunda reflexión de su forma de entender la democracia. Es recomendable la lectura de la obra de Chantal Mouffe, la cual propone el agonismo como una teoría política que acepta el conflicto y la confrontación como aspectos inherentes y saludables de la democracia, y sostiene que en lugar de aspirar a un consenso imposible, la política debería ser un campo de «adversarios» más que de «enemigos», haciendo de los adversarios oponentes políticos que, aunque no están de acuerdo en cuestiones fundamentales, respetan el derecho del otro a luchar por sus ideas dentro del marco de las instituciones democráticas. El problema es que algunos se ahorran el esfuerzo en la búsqueda de consensos, pasando directamente a la polarización como estrategia política.

Cargando...