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Títulos
Lo que resulta amargo es lo que las presunciones retratan: una clase política mendaz que cree que pagando a tocateja con dinero espurio salen de la ordinariez. Que la valía intelectual se compra, que todo vale para ganar esta carrera sin carrera, de oficio por beneficio
Mi españita picaresca nunca deja de sorprenderme. Qué delicia de país. Cuando parecía que nos estábamos reformando, que avanzábamos hacia la seriedad y el rigor, con los dos pies y la cabeza en el siglo veintiuno, resulta que la mentira, la hipocresía y la corrupción alcanzan cotas que harían las delicias de Quevedo y de Cervantes. Da gusto comprobar cómo un país puede mantenerse, de este a oeste, tan afín a sus esencias por los tiempos de los tiempos. Todo lo que es susceptible de enmarranarse, se pervierte en España. Y aunque lo detesto, cómo me apasiona este drama en tres actos que nunca se acaba.
No contentos con ministros puteros, comisionistas de verbo hampón y moralistas de pleitos pobres en el banquillo de los abusadores, quienes deben gobernarnos también mienten en sus logros y en algo tan elemental como los estudios. Me traen sin cuidado sus títulos académicos. Conozco un buen puñado de periodistas que no han dado una noticia en su vida y ahí están, en las manchetas dirigiendo y con los diplomas enmarcados. En pocas profesiones como la mía cuenta más medrar que el talento y en pocas dice menos del oficio un título universitario y un máster en Misisipi. Exactamente igual que en la política de hoy, donde la única carrera necesaria es la que empieza en las juventudes del partido y que se disputa dando jabón a las personas adecuadas. Yo puedo aceptar el primero que los títulos sean apenas decorativos y poco representativos de la valía profesional de alguien, ahora bien, mentir sobre ello o jactarse de un diploma del Temu es algo que incluso al Buscón sonrojaría, algo que podría soliviantar al Licenciado Vidriera. Alardean de graduados imaginarios como de ducados de la Ínsula Barataria.
Lo que resulta amargo es lo que las presunciones retratan: una clase política mendaz que cree que pagando a tocateja con dinero espurio salen de la ordinariez. Que la valía intelectual se compra, que todo vale para ganar esta carrera sin carrera, de oficio por beneficio.