José Luis Requero

Esto no puede esperar

La Razón
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Hace semanas se retiraba una iniciativa que a muchos nos interesaba, sobre todo a los que pasamos de los cincuenta años: íbamos a recibir una carta sobre el futuro de nuestras pensiones. No sé si con mucha o poca exactitud, pero al parecer se trataba de ir haciéndonos a la idea. No se ha explicado la razón de esa retirada, pero en época electoral –en ese momento preelectoral– cuantas menos noticias inquietantes, mejor.

Durante estas semanas también ha habido noticias sobre la denominada «hucha de las pensiones», es decir, el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, hucha que se nutre de los excedentes de las cotizaciones. Al parecer se ha reducido a la mitad a base de acudir a ese Fondo para pagar las pensiones. No soy experto, pero entiendo cuando se creó en 2000 fue para hacer frente a situaciones excepcionales, de crisis; pero lo que en ese momento se preveía excepcional duró relativamente poco y llevamos años en metiendo la mano en esa hucha.

Y una tercera noticia más. Según el Instituto Nacional de Estadística la población española ha llegado al peligroso territorio del crecimiento vegetativo negativo por primera vez desde 1999. La conclusión es que el número de defunciones ha superado a la cifra de nacimientos. Es decir, envejecemos, no hay recambio generacional y no porque hayan crecido la mortalidad –al contrario, las expectativas de vida aumentan– sino por algo más grave: se han reducido los nacimientos.

Este dato confirma el que se conoció hace ya un año. Era el informe de Randstad y decía que, según sus cálculos, en España habrá un millón menos de activos en 2030 y tres millones más de personas de 65 años, lo que elevará la llamada «tasa gris», es decir, la proporción de mayores de 65 años sobre el total de la población activa que pasará del 26% actual al 38%.

En el pasado debate a cuatro –el llamado «debate decisivo»– se planteó el problema de la caída demográfica, tema que tres de los líderes debatientes zanjaron con una faena de aliño de poco recorrido: para unos, hay que volver a un nuevo pacto de Toledo sobre las pensiones, para otros, hay que crear trabajo para que haya más cotizantes. Sólo uno –creo que fue el líder de Ciudadanos– planteó también buscar soluciones al problema demográfico y habló del fomento de la natalidad.

Admito que acudir a la hucha, es decir, al Fondo de Reserva de la Seguridad Social puede venir motivado por una razón puramente económica: crisis, paro, menos cotizantes, luego el sistema de pensiones no se sostiene con cargo a las cotizaciones. Como el gasto sigue y tocar a los pensionistas es lo último que haría un gobierno, quien quiera gobernar defenderá ese echar mano a la hucha.

Pero el problema ya no es contable. Los datos muestran un panorama que forma parte de otros problemas estructurales que claman por una reflexión y una actuación apremiante: es el problema territorial, de la enseñanza, del modelo productivo, de la calidad del sistema político, del sistema laboral, etc. Son asuntos que sobrepasan los avatares solventables en los brevísimos plazos de las legislaturas, que son los tiempos políticos al uso. Aquí estamos ante los tiempos no de los partidos sino de una nación y éstos se miden por generaciones. Un ejemplo es la cumbre del clima, en la que se han pensando objetivos y horizontes de décadas.

Del problema demográfico dependen muchas cosas, no sólo el mantenimiento del Estado del bienestar, que es garantía de una calidad de vida cuya exigencia está, además, constitucionalizada. Pero cabe añadir lo que supone el paulatino envejecimiento, por ejemplo, en términos de alteración del tejido social, costumbres y mentalidad o confiarlo todo a un aumento de la población inmigrante, gracias a la cual llegará un momento que España funcione.

¿Puede arreglar un Gobierno esta debacle demográfica?. Es difícil, porque se trata de un cambio de mentalidad, de prioridades y unos planteamientos vitales, personales, matrimoniales y familiares instalados en la sociedad. Sí cabe exigirle que fomente la conciliación laboral y familiar, la natalidad, que apueste por la cultura de la vida, y que fortalezca jurídicamente su base, la familia, y la de ésta, el matrimonio.