Historia

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Fray Jerónimo de Mendieta

La Razón
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Nacido en Vitoria en 1525, es el último tallo de una familia numerosa de cuarenta hermanos, nacidos de tres sucesivos matrimonios de un mismo padre. A los veinte años tomó el hábito de San Francisco en el convento de Bilbao. Decidió viajar a Nueva España formando parte de un grupo de treinta franciscanos y estuvo en el viaje cuatro meses, en el que murieron varios religiosos en la larga travesía. Estudió artes y teología y aprendió la lengua mexicana con gran rapidez. En el convento de Tlaxcala tuvo como padre guardián a fray Toribio de Motolinía.

Destaca en Nueva España una aventajada intervención franciscana en la evangelización, desde luego, pero también en la grandeza del mundo físico, la influencia del providencialismo lo que ha llevado al americanista español Francisco de Solano a plantear un «franciscanismo novohispano», precisamente en su estudio crítico preliminar a la «Historia Eclesiástica Indiana», publicada en la Biblioteca de Autores Españoles (Madrid, 1973). El investigador John Leddy Phelan ha estudiado la tesis milenarista, que puede considerarse como una motivación política de inspiración teológica protestante en algunos movimientos políticos contemporáneos cuando una obra se escribe en un momento histórico de cambio crítico y se afirma una era de bienestar, no en la tierra sino en el Paraíso.

La importancia de la obra de Mendieta es decisiva por su reflexión filosófica y política, en la que Sahagún llevó a efecto un análisis antropológico de gran modernidad; Benavente sobre la situación del hombre indígena americano en la Naturaleza, mientras Mendieta, en la «Historia Eclesiástica Indiana», concluida en 1596, aunque no fue conocida hasta su publicación en 1870, en México, por Juan García Izcalbaceta. La primera identidad señalada por Mendieta fue su dinamismo manifestado en su constante movilidad de emplazamiento y su permanente cambio de trabajo, que se transformó en una fructífera impaciencia por conseguir resultados, programados en proyectos de cristianización y de civilización basados en el reformismo del siglo XVI en la Regular Observancia y en la novedad modernista.

Mendieta llegó a Nueva España en 1554, cuando la Iglesia misionera va cediendo su infraestructura a la diocesana: es importante comprobar cómo su ideario coincide con el de los franciscanos de la primera generación. Es de singular importancia su voluntad, expuesta en el Capítulo franciscano de 1581, de reforma con el objetivo de volver a la primitiva pureza de la regla franciscana; así propone, por ejemplo, la creación de una serie de «eremitorios» para los religiosos, de modo que los franciscanos pudiesen vivir con toda profundidad la autenticidad de su regla y con el fin de estimular, al máximo, la espiritualidad franciscana; solicita resultados excelentes por medio de la intensificación de una necesidad inapelable de apoyo político.

Francisco de Solano estudia la introducción crítica de la «Historia Eclesiástica Indiana» y destaca en su introducción crítica a la obra de Mendieta tres vertientes: política indigenista, política eclesiástica (en doble vertiente: indiana y franciscana) y política gubernativa general. Todo este panorama se entiende apreciándose, desde 1575, pues donde esta fecha, según puede verse en su epistolario, se transforma en una actitud de frustración. La «Historia» de Mendieta es una obra de gran aliento que nada tiene que ver con una crónica de convento, sino más bien una obra de gran visión intelectual, que ha sido también valorada por el profesor francés y gran americanista Georges Baudot.

De modo pues que la importancia reiterativa, desde distintos supuestos coyunturales, se aprecia en la obra de los franciscanos pensadores de la realidad histórica humana, alcanza en Mendieta una gran altura y proporciona un conjunto que conduce a subrayar la verdad infalible, «que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas...».

¿Qué se debe hacer? Incrementar la concentración en pueblos estables para luchar contra el nomadismo. Pueblos que contasen con bienes propios y comunales, ejidos, aguas y pastos a semejanza de los municipios de Castilla y protegidos para evitar los abusos que se derivan de la coexistencia de dos «repúblicas» de tan distinguido signo social. Puntos de vista bien distintos de aquellos otros que siguen las consecuencias de quienes, como fray Bartolomé de Las Casas, consideran sus ideas sobre los indígenas con América la consecuencia de antagonismos derivados de otras fiebres, que no eran precisamente la evangelización.