Francisco Rodríguez Adrados

Los dos socialismos y el futuro de España

Otra vez el horrible juego, la inexperiencia infatuada, que con un poco de mala suerte puede llevarnos a la Rusia de 1905 o de 1917. De la mano de esos socialistas y de Podemos. Espero que no puedan

La Razón
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Este periódico ofrecía hace unos días a sus lectores la esperanza suya y de muchos de que en un futuro próximo Pedro Sánchez sería relevado de su puesto de secretario general del PSOE y sustituido por otro dirigente socialista. Y ello para que, como sucedió en momentos varios de nuestra Historia, los socialistas no sucumban a una sumisión a la izquierda radical, a ella y a sus viejas fantasías destructoras de naciones. Como en Rusia sucumbieron no sólo los zares, también los mencheviques ante los bolcheviques. No se trata de un problema de personas, se trata de los dos Socialismos, el radical de Kautsky y el democrático de Lassalle, que nacieron en Alemania en el siglo XIX y periódicamente se vienen enfrentando, también en España. Diré algo de ello: el uno ha ayudado, aliado a otras fuerzas, a nuestra nación, el otro nos ha procurado tremendos dramas. Como antes a Rusia. Con sus dos revoluciones y después. Dirá algún lector que por qué un helenista opina sobre esto. Contesto: el tema del Socialismo comenzó en la antigua Grecia, en sus Utopismos, base del Utopismo europeo. Fantásticas novelitas sobre lejanos lugares exóticos, con pobladores en plena igualdad, felicidad, vida libre y abundante. Las más son de la edad tras Alejandro. Son novelitas griegas conocidas casi sólo por referencias o imitaciones, como la «Historia Verdadera de Luciano». Añadan «La Asamblea de las Mujeres de Aristófanes», algún pasaje de Jenofonte, muchas obras helenísticas. Fueron la fuente de los utopistas modernos desde Santo Tomás Moro, que en 1516 publicó su «Utopía», lugar imaginario («No lugar», palabra inventada sobre el Griego). Contra los abusos de los nobles Moro describió un estado imaginario de libertad y felicidad.

Sus discípulos fueron escritores franceses del XIX que crearon con su pluma estados parecidos: Blanc, Lassalle, Bernstein, Web, Shaw y otros más. Describieron esas islas utópicas también socialistas. Pero para Marx eran socialismos utópicos. Él, a su vez, creó el socialismo supuestamente real, inspirado en las revoluciones europeas de 1848, llenas de violencia. Creó fe en el triunfo final de los trabajadores sobre la maldad de los poderosos, igual que Moro. Ya Platón, otro desterrado imaginativo, había fantaseado en su República con el radicalismo de un estado ideal que él colocaba en los Cielos pero sus discípulos quisieron implantar en la tierra, en Siracusa, con resultados desastrosos. Influyó en Marx. Bueno, les reenvío a mi libro Nueva Historia de la Democracia. De Solón a nuestros días (Barcelona 1991). Ya ven, en el principio están los griegos.

En fin, Marx y sus socialistas entraron en la política real, es bien sabido, pero, salvo en ejemplos conocidos, la evolución normal ha sido otra: que los socialistas y los demás al final aceptaron (salvo en excepciones) lo que era razonable en política. No las revoluciones violentas, los exclusivismos, la demagogia impresentable, la mentira, las discriminaciones ... para llegar a la miseria final y a una especie de estado-prisión, con ellos como grandes jefes. La que triunfó en Rusia, en su segunda revolución, la de 1917 (en su variante más violenta, la bolchevique). Pero fracasó en Europa.

Fueron afortunados los griegos: el estado ideal de Platón se quedó en ideal. Dice Pascal, citado por Koestler: «El hombre no es ni ángel ni bestia, pero la desgracia quiere que cuando pretende hacer de ángel, hace de bestia». Se prefirió, al final, un contacto de ideas y sentires. Esto quedó proclamado bien alto, por ejemplo, en Alemania, tras la segunda guerra mundial, en acuerdos bien conocidos. Y ha sido modelo para otros países, también para España. No hablo, pues, de personas, sólo de los dos Socialismos. No hay un socialismo, hay dos. Pero a veces en nuestro país ha sido la violencia radical la que se ha impuesto, así en la República I, la de 1873, la I (no se hablaba aún de Socialismo, creo). El caos. ¡Hubo que sustituirla por un rey extranjero! ¡Y luego Pablo Iglesias, el fundador del socialismo español, decía ante el Parlamento de España que aprobaría que a su rival político alguien lo asesinara! Mal empezábamos. Y hubo luego luchas internas y la revolución del 17 y, de resultas, la dictadura de Primo, luego una Segunda República llegada por una vía ilegal en el 31, y la revolución socialista del 34 en Cataluña y Asturias ... y la contrarevolución del ejército y muchos más en el 36. De todo, desde la dictadura, he sido testigo.

Siempre he creído, soy una vez más un testigo, que el mayor responsable de la guerra civil fue el Partido Socialista, el del ala de Largo Caballero, el radical, el B, el que proponía la bolchevización de España. Aliada con el pretencioso y equivocado y al final lloroso Azaña. Lo pusieron en ridículo, unidos a los separatistas, los anarquistas y tantos más. Esos socialistas alejaron del poder a los socialistas democráticos, que también los había. A ellos los respeto (Franco los trató muy mal) y también a los que aguantaron como pudieron. Y a los del exilio. Y respeto, debo decirlo, la labor cultural de la República. Lo demás de ella, no. Pues bien, tras el 75, España dio un testimonio de unidad y de valor. Ahí están, entre otras cosas, gobernantes socialistas como Felipe González, que renunció al «de entrada no», por supuesto en la OTAN, y realizó el «de entrada sí». Nos unió a Europa y América. Cosas como ésta y la misma restauración del socialismo «tutta una vita onora». Pero luego vino otra vez la ceguera: con Zapatero y el Socialismo «B», llamémosle así. Yo le conocí en la Academia Española como un hombre de buena presencia y trato, pero de dogmas impotables. Hundió a España y no sólo en la Economía. Pero si algo bueno hizo Zapatero, fue que, a fuerza de dislates suyos, los españoles votaran a Rajoy en el año 11, a él no. Rajoy recompuso en cierta medida a España y mantuvo el tipo frente a los que la desmigajaban y siguen en la empresa. Quizá en la defensa de la Constitución podría haber hecho más, aplicar, por ejemplo, el 155. Pero creo en su buena fe. Era difícil. Bien, ahora no se puede ni mencionar a Rajoy, sus éxitos molestan. Son los socialistas “B”, encabezados por Sánchez, los que ahora resucitan y pretenden mandar. ¡Otra vez! Lo mismo de siempre: sigue doliéndonos España. Hablo de ideas, de historia. Propongo que ésta no se repita. Ese Socialismo “B” debería quedar fuera del poder.

Porque las elecciones del 20 de Diciembre los han mandado a casa. Pues que se vayan.

No basta, pues, hablar de Socialismo, no es un partido, son dos, con dos tradiciones. Es aceptable el uno en el juego democrático, el otro, en todo caso, como oposición.

Resulta que ese segundo PSOE se acerca a Podemos, que es el paleo-socialismo o pre-comunismo, como quieran: lanza propuestas fracasadas ya mil veces, las lanza con la esperanza de halagar a los indoctos, a los inexpertos, a los desconocedores de la Historia. Y de que ellos sigan a caballo, los demás como puedan.

Otra vez el horrible juego, la inexperiencia infatuada, que con un poco de mala suerte puede llevarnos a la Rusia de 1905 o de 1917. De la mano de esos socialistas y de Podemos. Espero que no puedan.

Nos sigue doliendo España. Pero ya se oyen voces de esperanza y es factible que retroceda una vez más la gran amenaza y haya la unión y la transacción necesarias. Es lo que han pedido y pedimos LA RAZÓN y muchísimos más