José Luis Requero

¿Que le den al juez?

La Razón
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Según la alcaldesa de Madrid jueces y Prensa son poderes en la sombra que entorpecen «el cambio cultural en la implementación de las políticas locales». El judicial es ese maléfico poder en la sombra porque «...los poderes judiciales locales cuestionan constantemente las decisiones políticas que se toman». Y concluyó: «Hay que conseguir que haya poderes judiciales locales que conozcan la ciudad... porque al no ver lo concreto, hacen unos desatinos que no quiero contar, desatinos absolutos»; es decir, parecer apuntar a esa vieja idea socialista: que los alcaldes nombren a sus jueces, la justicia de proximidad zapateril. Esos sí serían luminosos, no sombríos.

Se critica mucho a la Justicia, pero nunca había oído que fuese «un poder en la sombra». Si en estos treintaisiete años Carmena hubiera no ya estudiado, sino leído la Constitución, habría descubierto que el Judicial no es un poder en la sombra, oculto, conspirativo, fáctico, sino constitucional –¡es el tercer Poder del Estado!– y que entre sus variadas funciones está juzgar en Derecho a las administraciones, luego a los ayuntamientos.

En descargo suyo diré que su patología ni es nueva ni privativa de una ideología. Ver al juez como un impedimento es una tendencia de políticos de ayer, hoy y de mañana; de derechas, centro e izquierda. Por ejemplo, aun resuenan unas declaraciones de la anterior alcaldesa que manifestó, tan pancha, que qué es eso de que un tribunal le anule un plan urbanístico. Malvado que es el Estado de Derecho. O si vamos más atrás recuerdo cuando Álvarez Cascos, en 1995, nos exigía que sentenciásemos según los dictados de la opinión pública o de Felipe González quejándose de que no hubiera nadie que nos dijese qué tenemos que hacer.

Decía la ley reguladora de la Justicia administrativa de 1956 ojo al dato y a la fecha- que cuando un tribunal anula los actos ilegales de la Administración «no menoscaba su prestigio y eficacia, sino que, por el contrario coopera al mejor desenvolvimiento de las funciones administrativas y afirma y cimenta la autoridad pública». La historia judicial muestra que los tribunales, buscando el equilibrio entre eficacia y justicia, han contribuido a consolidar no pocas garantías administrativas y fiscales, marcando las pautas de una buena y eficaz Administración. Con esa ley se superaban aquellos recelos decimonónicos que contraponían eficacia a legalidad. Era el caso de Colmeiro, un jurista que en el siglo XIX decía que los jueces «entorpecían el curso regular de la Administración». Carmena anda aun por el XIX, no sé si le dará tiempo de llegar al siglo XXI.

Insisto, tanto recelo hacia los jueces es patrimonio común de todas las tendencias. Me voy a otras muy escoradas a la derecha y leo una lindeza más de estos días en un artículo del digital Diarioya.es: «Jueces, policías y espías se instalan en la radicalidad».«¿Quién ha dicho que los jueces y policía son gente de orden?», se pregunta su autor, y responde «los jueces no son gente de orden sino gente que quiere crear su propio orden: el gobierno de los jueces, mucho más peligroso que la clase política por muy corrupta que ésta sea». O sea, que somos más peligrosos que los políticos más corruptos. Toma ya. Buenas migas haría con Carmena y es que, al final, los extremos se tocan.

Ante todo esto me pregunto ¿tiene sitio en España aquella advertencia de Hayek?: «nada distingue con más claridad las condiciones de un país libre de las que rigen en un país bajo un gobierno arbitrario que la observancia de aquel de los grandes principios conocidos bajo la expresión Estado de Derecho». Se explica así que su obra «Camino de servidumbre» tenga tintes proféticos para los españoles de hoy.

En fin, desalentado veo un capítulo de la serie, Bajo sospecha. El protagonista es un avezado policía que necesita hacer un registro «diga lo que diga el juez». Mal empezamos. Y peor acabamos: el juez no lo autoriza y decide hacerlo a las bravas. Alguien le pregunta «¿y el juez?». Respuesta contundente: al juez, «¡que le den!». Este es el nivel, esto se respira en la cultura de masas...pero ¿al juez?. Háganse a la idea que, más bien, es a ustedes a quien acabarán dando.