Francisco Rodríguez Adrados

Responsabilidad histórica

La Razón
La RazónLa Razón

Me refiero a la del Sr. Rajoy junto con el PP y los demás partidos políticos en el tema catalán y las derivaciones que, previsiblemente y por desgracia, seguirán luego: en el País Vasco, Galicia, Valencia y en realidad en toda España. La primera gran nación unificada de Europa es la primera que, parece, está en trance de disolución. Es por un deber de conciencia por lo que, una vez más, levanto mi voz, aunque sé que es ahogada: de un lado, por fanatismos de oídos cerrados, de otro, por ilusiones y debilidades. Dice el Sr. Rajoy que mientras él presida el Gobierno no habrá independencia en Cataluña. Me gustaría que fuera cierto. Pero todo indica que el artificial oleaje crece y crece cada día. Y no vemos claras las barreras. Que las diga. Lo que se ganó en el País Vasco contra ETA puede perderse en todas partes.

La Constitución es bordeada y muchos la desatienden simplemente. Hablan de «lecturas», «profundización», «autodeterminación» (o sea, prescinden de la Ley). La Constitución, por lo demás imprecisa, sin duda por miedos de sus redactores, es sustituida por algaradas y ocupación de las calles por gente desinformada. Y, en realidad, engañada con seducciones varias. Con todo, ahí está el artículo 155, que autoriza al Gobierno a adoptar las medidas necesarias para proteger el interés general.

Ahora se habla de esto entre vacilaciones: hace no meses, años, que debería haber sido aplicado ese artículo. Cortando un mal ejemplo, habría cortado la difusión del cáncer. Es imperativo ya poner término a ese llamado gobierno catalán, que es el organizador de la pura subversión. Y a esa Presidencia.

Recuerdan algunos de Vds las Cortes republicanas. Se limitaban los políticos catalanes a pedir un Estatuto: «volem l’ Estatut». Decía Azaña –mal profeta en esto y en todo, bien lo lloró luego– que con ese Estatuto íbamos a tener una deliciosa calma. No lo creían ni Ortega ni Unamuno. Tenían razón.

Y vino la primera rebelión, no mucho después. Desde el balcón de la plaza de San Jaume un señor la proclamó. Cierto que la República lo metió, por un tiempo, en la cárcel. Pronto lo soltó. Y durante nuestra guerra los políticos republicanos refugiados en Barcelona se vieron una y otra vez desbordados. Escribieron palabras muy duras.

Y luego ya ven la ofensiva creciente y calculada, cada vez más radical. Hasta ahora mismo. Escuchen sus proclamas, que un gobierno serio no debería tolerar. Son anticonstitucionales, por decir lo menos. Implican la disolución de una gran nación. ¡Por decisión no de ella misma, sino de un grupo de presión!

Ésta es la blandura de Rajoy y el PP: pura debilidad. ¿Y los demás partidos? Mucho peor. Unos, los socialistas, hablan de federalismo. Funciona en EE UU. Aquí es claro que no. Es dar mayores facilidades a las llamas. Porque lo que hay ahora ya es pura subversión. ¿Y qué harían Podemos y toda la franja lunática? Deberían estudiar Historia.

En los países responsables, se buscan para los problemas soluciones también responsables. Soluciones legales que, cuando sea necesario, pueden ser puestas al día, ser adaptadas a lo conveniente y mejorable.

Lo que no puede perdurar es una verdadera subversión inmanejable. Y fuente de contagios cada vez más en todas partes. Entre gritos y alucinaciones, sustituyen ley y democracia –o eso intenta– por hechos consumados. Da dolor ver cada día a una gran nación, con una historia hermosa, ser víctima del desgobierno, el «laisser faire» y el abandono.

Se puede, ciertamente, decir que exagero. Pero ¿dónde está el plan para sacar a España a flote? ¿Para cortar un mal local y evitar que se extienda? Es la Ley, no el capricho de fanáticos e iluminados, la que debe triunfar.

El pueblo español está angustiado. Estamos ante una responsabilidad histórica, termino por donde empecé. Son el Gobierno, con su presidente, y todos los partidos los que deben afrontarla. Pónganse de acuerdo, aunque sea por una vez. Se trata del interés general.

Es un tema muy simple, creo que con esto está expuesto. Falta tan sólo conocimiento –y todo es transparente–. Y decisión. Cortar ese caos teledirigido, ese griterío constante cada pocos meses. Ya.