El trípode
El «ukase» separatista del zar Sánchez
Sánchez ha hecho gala una vez más de su vocación autocrática erigiéndose en Juez Supremo con un «ukase» cual «Zar de todas las Rusias»: «el separatismo catalán no es terrorismo»
España es diferente – «Spain is different»-, fue un slogan publicitario utilizado durante el régimen de Franco para promover el Turismo, siendo Manuel Fraga, como ministro de Información y Turismo, su promotor. Del éxito de aquella campaña hablan las cifras, con España disputando actualmente el liderazgo mundial con Francia en el ranking de turistas extranjeros recibidos anualmente. De momento, no consta que este sea el motivo por el que los agricultores franceses y la exministra Ségolène Royale, cargan contra los productos del campo español con el tomate al frente. «No hay mal que por bien no venga», y, ciertamente, Madame Royale ha conseguido que –sin sentar precedente– el sanchismo y la oposición se pongan de acuerdo en la defensa del «bombón rojo» de nuestros productos.
Pero ese efímero consenso no consigue hacer olvidar la situación que Puigdemont, con un auténtico mando en plaza (La Moncloa) y a distancia desde Waterloo, está creando en España al ordenarle a Sánchez que la autoamnistía debe ser «integral», sin posibilidad alguna de que nadie se atreva a cuestionarla. Dado que hay jueces que tendrán que aplicarla y que, al parecer, consideran que Puigdemont y los suyos habrían podido incurrir en delitos de «alta traición» a la patria o de terrorismo, Sánchez ha hecho gala una vez más de su vocación autocrática erigiéndose en Juez Supremo con un «ukase» cual «Zar de todas las Rusias»: «el separatismo catalán no es terrorismo». En todo caso no será porque –en su ya larga y dramática historia para España–, el separatismo catalán no lo haya utilizado como arma para alcanzar sus objetivos.
En la Transición tuvieron protagonismo Terra Lliure, el Front Nacional, o el Exercit Popular Catalá, entre otros grupos, con los terribles atentados contra el industrial Joaquin Bultó en mayo de 1977 mediante una bomba lapa adosada a su pecho, o contra el exalcalde de Barcelona, Joaquín Viola Sauret, y su esposa Montserrat Tarragona Corbella, asesinados en su domicilio del Paseo de Gracia de la Ciudad Condal, el 25 de enero de 1978. En esta ocasión lo fueron por un comando de cuatro terroristas, de igual forma que a Bultó apenas unos meses antes. El que afortunadamente hoy esas bandas terroristas no existan, no es razón para convertir el «Tsunami de violencia» con los CDR vivido en Cataluña, como reacción a la sentencia del Tribunal Supremo contra los dirigentes del Procés, en una simple alteración del orden público. Y son los jueces los únicos legitimados para juzgarlo, no Sánchez. Aunque España con su gobierno Frankenstein, ahora también es diferente.
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