Editorial
Votos que robustecen la democracia
Con el sufragio fortalecemos la democracia y las reglas que de ella emanan y la sostienen. Esas que garantizan los derechos fundamentales y la convivencia.
Los españoles con derecho al voto estamos llamados a las urnas para renovar los ayuntamientos del país y buena parte de los parlamentos autonómicos del conjunto del Estado. Es una cita que lógicamente hemos normalizado tras décadas de recuperada libertad tras el periodo autoritario, sin que olvidemos el privilegio que supone el ejercicio de ese derecho fundamental que articula y vehicula la soberanía nacional. Lo hacemos en un estado liberal con todas las garantías constitucionales en manos de instituciones consolidadas que blindan un procedimiento electoral en extremo fiable y seguro, de los mejores del mundo, sin duda, a pesar de todos los pesares que nos han sobresaltado en las postrimerías de la campaña. La crónica negra de las últimas horas con Mojácar, Melilla o Murcia como epicentros, puede generar confusión y alarma en la sociedad por las conductas desaprensivas, pero nunca llamar a engaño ni deformar la realidad del país que habitamos y disfrutamos. Más allá que como cualquier proceso sea perfectible, y que se aprenda y se corrija a partir de la experiencia, poner en cuestión el resultado de los comicios en nuestra nación, y diríamos que en cualquier territorio del conjunto de la Unión Europea, resulta grotesco y absurdo. Otra cuestión diferente es que pueda haber elementos delictivos que pretendan burlar los mecanismos de control para extraer ventajas irregulares al servicio de intereses espurios, y que, como hemos comprobado, sean detectados y fracasen. Las democracias tienen la obligación de permanecer siempre alerta y no bajar la guardia porque, por más lecciones que la historia haya impartido sobre los límites de la condición humana y las tragedias concatenadas, en pleno siglo XXI viejos y nuevos enemigos siguen acechando, en especial los populismos y los movimientos antisistemas, además de las autocracias que han encontrado en el arsenal cibernético bazas para la desestabilización de los gobiernos democráticos. No podemos dar por seguro que aquello de lo que disfrutamos a diario constituya ya un hecho consumado para la eternidad al margen de cualquier involución o avatar. Los ciudadanos debemos aprovechar cada cita con las urnas, el acto supremo en el que el pueblo ejerce su poder, como refrendo del sistema que garantiza la libertad, la igualdad y la justicia para todos. La apelación a que los españoles acudan masivamente a los colegios electorales se fundamenta en que sea el sujeto de la soberanía nacional, o sea la ciudadanía en pleno, el que tome las decisiones sobre el destino de la nación a través de sus representantes y que no sean otros elementos los que aprovechen el vacío, el desaliento o la vacilación. Con el sufragio fortalecemos la democracia y las reglas que de ella emanan y la sostienen. Esas que garantizan los derechos fundamentales y la convivencia.
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