Apuntes

A Zelenski le vamos a hacer un Kabul

Los rusos opinan que Kiev es el «bercail», es decir, la cuna de Rusia y no están dispuestos a ceder.

No es sólo que algún alto funcionario de la OTAN traiga a la palestra el asunto de «paz por territorios», es que se suceden los análisis de expertos militares que dan por fracasada la contraofensiva ucraniana y advierten de un nuevo invierno muy duro, con los rusos bien asentados en sus líneas defensivas y preparando un cuerpo de maniobra para asestar el golpe final. Sucederá así porque, como ya explicó el gran historiador naval Luis de la Sierra, la guerra, cuando estalla, lo primero que barre es la incompetencia y la estulticia de unos jefes y oficiales que han ascendido y se han colocado en los mejores puestos gracias al manejo de los resortes de la política pequeña y de la burocracia. Pero, enfrentados a la realidad –sólo hay que recordar el fiasco ruso en la ofensiva sobre Kiev– a los incompetentes les suceden los hombres capaces, los profesionales tenaces, que hacen del fuego y el acero crisol de guerreros. Y los rusos han demostrado a lo largo de la historia que son tenaces soldados y que nunca, pero nunca, han cedido a la larga un palmo de terreno que consideraran como parte de la Santa Madre Rusia. Pueden preguntarles a los franceses, a los alemanes y, también, a los japoneses, que, hoy, andan lampando por la isla de Sajalin.

Nosotros, los occidentales, podemos considerar que Ucrania es un estado soberano, con las fronteras definidas internacionalmente y legitimado para defender su integridad territorial. Pero los rusos opinan que Kiev es el «bercail», es decir, la cuna de Rusia y no están dispuestos a ceder. No queda, pues, más que batirse y en eso estamos. La pregunta, evidente, es ¿hasta cuándo? Porque frente a los cínicos que siempre salen con la estupidez de que la guerra enriquece a los poderosos, la realidad es que la guerra siempre trae ruina, sobre todo, una como la que se libra en Ucrania, con unos medios que cuestan un ojo de la cara y que producen daños que sólo se describen en términos del Apocalipsis. Sin duda, podemos empeñarnos en luchar hasta que caiga el último ucraniano, pero mucho me temo que se acercan elecciones presidenciales en los Estados Unidos, que el norteamericano del común considera que el apoyo a Ucrania se ha convertido en un pozo sin fondo y, lo peor, no ve los resultados que la propaganda occidental, la más eficaz que ha dado la historia, había hecho creer que estaban al alcance de la mano. Biden, se largó de Afganistán a la francesa y ahí no nos jugábamos una modificación de fronteras, sino el derecho a la vida, a la libertad y a la igualdad de varios millones de seres humanos.