País Vasco
El refrán vasco que no tiene traducción al castellano: el resto de españoles no lo entienden
Una expresión popular en euskera, aparentemente simple, encierra una ironía cultural que desafía la lógica del idioma castellano
Todos los idiomas esconden pequeñas joyas: frases hechas, expresiones locales, refranes populares que resumen siglos de sabiduría con apenas unas palabras. Pero algunos dichos son tan específicos de una lengua y su cultura, que resultan imposibles de trasladar a otro idioma sin que pierdan su sentido. Es el caso de un refrán vasco que desconcierta a los castellanohablantes y que, sin embargo, en el País Vasco se entiende con solo una sonrisa cómplice.
No se trata de una construcción compleja ni de un antiguo proverbio filosófico. Es una frase corta, incluso infantil en apariencia, pero que encierra una ironía muy afilada. El refrán dice: “A ze parea, karakola ta barea!”. Traducido palabra por palabra, significa: “¡Vaya par, el caracol y la babosa!”. Y aquí es cuando la mayoría de los españoles se encoge de hombros: ¿qué quiere decir exactamente?
El refrán vasco que el resto de españoles no entienden
Para quien ha crecido en el entorno vasco, el sentido es inmediato. La frase se usa para describir una pareja de personas, o una combinación de elementos, que no sólo no funciona, sino que juntos son un completo desastre. Se puede aplicar a dos amigos torpes, a una pareja que no encaja, o incluso a decisiones políticas mal emparejadas. El equivalente más próximo en castellano sería “vaya dos patas para un banco” o “vaya par de inútiles”… pero ni siquiera esas versiones recogen del todo la mezcla de ternura, sorna y resignación que transmite el original en euskera.
Los animales que protagonizan el refrán no son casuales: el caracol y la babosa son lentos, viscosos, torpes… y parecidos hasta el punto de resultar redundantes. Juntos no aportan nada nuevo. Al contrario, se acentúa la falta de utilidad. Ahí reside el corazón del refrán: en la sátira de la ineficiencia duplicada.
Los lingüistas lo explican claro: los refranes son un reflejo del alma de un idioma. Más que comunicar ideas, transmiten maneras de ver el mundo. En el caso del euskera, una lengua que ha sobrevivido milenios en aislamiento relativo, esa forma de mirar tiene un carácter propio, cargado de ironía, humildad y observación del entorno.
Este refrán es sólo un ejemplo de tantos otros. Hay otros igual de desconcertantes para el oído castellano. Como el curioso “Txoria txori, baina hegaldatzen denean, txoria ez da txoria” (“El pájaro es pájaro, pero cuando vuela, ya no es pájaro”), que plantea un dilema casi poético sobre la esencia y el cambio. O el más popular “Gezurra hanka motza” (“La mentira tiene las patas cortas”), que sí encuentra su equivalente exacto en castellano.
Este tipo de refranes demuestra hasta qué punto el idioma puede condicionar la forma en que entendemos el mundo. “A ze parea, karakola ta barea!” no sólo es difícil de traducir, sino también de interpretar fuera de su contexto cultural. Es una muestra más de cómo el euskera conserva expresiones propias que, aunque desconcierten al resto, siguen vivas en el habla cotidiana del País Vasco. Y en esa singularidad está también su fuerza.