La Habana
España en verano: Willy Toledo, de «botellón» en el Malecón
Amenazó tanto con irse a Cuba que, al final, cogió un avión y se marchó. Ahora, Willy Toledo vive allá, en un barrio de La Habana, en un piso pequeño, modesto, alejado del materialismo consumista de acá. Él, feliz y orgulloso. O, al menos, ésas son las impresiones que se desprenden de una entrevista publicada en la BBC. El actor, que nunca se ha mordido la lengua al elogiar la Revolución cubana cuando residía en Madrid, ahora que vive allí, no para, de subrayar sus infinitas bondades: «Que sí, que estoy en Cuba, que sí defiendo la Revolución, que no van a conseguir callarme, que no piensen que se han librado de mí».
Convicciones sólidas
Toledo, que es de esas personas que siempre se han caracterizado por decir lo que piensan (Oscar Wilde, con toda la ironía de su dandismo, tendría algo que decir al respecto, y no por el intérprete, sino por todas aquellas personas con semejante inclinación), no ha abandonado para nada su espíritu combativo. Sus ideas continúan firmes, intactas, bien arraigadas en sus convicciones, ese bastión berroqueño, inquebrantable del alma, que se parece tanto a la cuarcita, un aspecto que ha remarcado de una forma bastante clara para que se enteren a los que él denomina «los medios de desinformación del estado español». Una frase que recuerda las mejores sentencias de los manuales de política oficialista del siglo pasado, ya fueran de izquierdas o de derechas, una división política que cansa por hartazgo y que, con todas sus connotaciones españolas, hoy resulta tan obsoleta como las chaquetas cruzadas de Philip Marlowe o los sombreros de ala ancha.
Al actor, que, eso sí, admite que echa de menos algunos aspectos de sus rutinas madrileñas, hay que aplaudirle la franqueza. En un mundo acostumbrado a hablar con eufemismos, él construye frases claras y meridianas, sin orillas para el equívoco ni tampoco, por qué no, para el humor, ese recurso sedicioso que siempre hay que extirpar: «Primero tengo que decir que tienen razón en una cosa, y es que me acusan de que en Cuba voy a vivir mejor que la mayoría de los cubanos. Es cierto, yo vivo mejor que la mayoría de los españoles en España y viviría mejor que la mayoría de los estadounidenses en los Estados Unidos de América. Yo nunca he pertenecido a la clase trabajadora». El Che, apuntamos, tampoco, como casi todos los revolucionarios, comenzando por Friedrich Engels, que era todo un caballero alemán con dos comprensibles debilidades teutonas: la política teórica y las mujeres (un defecto que se le puede consentir a un «gentleman»). El intérprete continúa con su declaración y reconoce que su «familia ha sido de la burguesía profesional, nunca me ha faltado de nada. Además, yo he tenido la fortuna de tener un trabajo en el que se gana mucha plata. Entonces, sí, voy a vivir mejor que la mayoría de los cubanos, pero no voy a pedir perdón por eso porque jamás he robado dinero a nadie y siempre me he ganado mi dinero de una manera absolutamente honrada». Ahí queda.
Para aquellas lenguas ladinas y malpensantes que han intentado malmeter contra él, Toledo les señala que se han equivocado y mentido. «Es radical y falso» que viva en una casa con todo tipo de lujos, incluyendo entre los mencionados lujos o excesos la piscina.
De momento, Willy Toledo parece que se desenvuelve bien en su exilio caribeño. «No necesito más. Tengo mi cama, mi cocina y mi baño, y mis libros. Con eso voy tirando. No echo de menos cosas materiales. A mis amigos y a mi ciudad, sí. Pero es porque he nacido y vivido en Madrid durante toda mi vida y le tengo mucho cariño». Así, como Thoreau en su retiro del bosque (aunque en esta ocasión con playa), Toledo pasa la vida entre la amistad y la descansada reflexión diaria, como señalaría Fray Luis de León. Cuando se cansa, pues el intérprete se va a «casa de un amigo o al malecón a hacer botellón», que es una práctica muy «spanish» que, por lo visto, también tiene raíces al otro lado del charco. Toledo, según afirman testigos y colegas (o camaradas) cercanos a él, tiene las mismas dificultades y facilidades que cualquier otro habitante de la isla. Y para demostrar que en esa tierra el dinero no es el dios todopoderoso que cantó con tanto acierto Quevedo en sus versos (aunque parece ser que Toledo sí reconoce que algunas cosas sí las facilita) ha comentado con cierta gracia que «te puedes pasar días buscando una sartén y no la encuentras por muchos euros que tengas». Lo que no queda claro es si es un canto a la igualdad, valor exaltado por la Revolución Francesa (incluyendo a Robespierre) o es un testimonio involuntario de algo más.
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